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jueves, 21 de mayo de 2015

LA JUVENTUD ACTUAL

1.   JUSTIFICACIÓN.

El presente trabajo tiene como objetivo romper una lanza a favor de la Juventud y desacreditar el estereotipo de una juventud “pasiva o indolente” o/y materialista.

Hace tiempo que, desde distintos ámbitos sociales y desde algunos medios de comunicación, se ha tratado a la juventud española y andaluza con desdén al caer en la tentación del simplismo que supone encasillar a un sector o franja etaria de la población como NINI´s (jóvenes que Ni estudian Ni trabajan).

Los estudios al respecto, realizados por la Consejería de la Presidencia e Igualdad. Junta de Andalucía. 2011[1], demuestran y refutan la errónea definición anterior, ya que su principal característica es su amplia heterogeneidad. En este aspecto encasillar, cometer el error de intentar trazar una definición sobre la juventud andaluza basada en la especulación, indocumentación o la imprudencia, solo puede ser propio de personas que han perdido contacto con el suelo y que no tienen una idea aproximada de su estatura, y por ello, tampoco conocen la altura de la juventud andaluza.

2.    INTRODUCCIÓN.
La juventud como colectivo social es una creación reciente. La sociedad tradicional sólo distinguía al adulto y al niño. La infancia podía extenderse hasta edades que hoy denominamos juveniles o de la etapa infantil-juvenil se pasaba directamente a través de la emancipación del trabajo y la creación de una familia, al colectivo de adultos. El período que va de la infancia a la madurez, ha existido siempre, pero las más de las veces como edades de vulnerabilidad. Eran edades de aprendiz o siervo, donde si no se tenía tierras propias, se era maduro para trabajar, pero no para ser adulto de pleno derecho. Esta vulnerabilidad era una proyección de la vulnerabilidad de la infancia ya que ésta sólo existía bajo el amparo de la familia.

La sociedad tradicional no contaba con una estructura compleja ni con atribuciones de protección social, con excepción de las instituciones de beneficencia, las más de las veces religiosas o más tardíamente las obras de los filántropos. Todas las competencias que hoy tiene la Administración, en otro tiempo venían dadas por la familia y por las comunidades locales. Sólo cuando la sociedad empieza a demandar la competitividad de los individuos e irrumpe una nueva ética del trabajo, la familia extensa deja de ser viable y con ella el amparo de los más débiles.

Cada etapa histórica y cada modelo de sociedad han elaborado su propio concepto de juventud, aunque existe una misma tendencia dentro de las naciones occidentales. Hay procesos comunes como ha sido el proceso de industrialización y la transformación de la familia o los cambios demográficos. Pero el reconocimiento de esta etapa de juventud, como “colectividad social a proteger[2]” ha estado vinculado a los procesos de reconocimiento de la infancia y los derechos del niño.
Hoy podemos comprobar esta tendencia en nuestro país en distintos ámbitos de la administración del Estado. Por ejemplo, en la asistencia sanitaria, la atención pediátrica que hasta la década de los 70 cubría a los menores de 7 años, ha sido ampliada hasta la edad de 14. 

Expertos juristas como D. Joaquín Cuello Contreras, al justificar el nuevo “Derecho penal de menores”, en lo que atañe a la responsabilidad penal del mayor de catorce y menor de dieciocho años,  remite esta atribución de responsabilidad a la estimación del grado de madurez del menor, reconociendo por un lado que la madurez está muy condicionada por la evolución social y por otro que la propia Psicología Evolutiva no puede establecer para todas las personas una misma edad de maduración psíquica[3] . Por lo que, al considerarse que la transición a la etapa adulta tiene unos contornos difusos, en el derecho penal de menores se aconseja una peritación y no una datación mecánica.
Pero este reconocimiento de la juventud como colectivo parece, en nuestros días, más una penalización que una ventaja. Sobre todo en lo tocante a la emancipación ya que ésta depende de la plena autonomía económica. La situación de inseguridad y precariedad del trabajo para los jóvenes está alargando ficticiamente la etapa de juventud. Y es que un puesto de trabajo ha sido el último y definitivo peldaño del período de juventud que justificaba todo el tiempo de preparación de este ciclo de la vida.

La protección a la infancia, hoy, contrasta con la desprotección del joven. Mientras el menor está protegido por el Estado, a través de las etapas de educación obligatoria, no sucede lo mismo con el joven que abandona los estudios a niveles tempranos. Ni tan siquiera con los que a mayor edad y con más formación intentan emanciparse. Según nos muestra una tipología de los trabajadores con bajos salarios, elaborada en 1.999 por Antonio López[4], un colectivo importante de estos trabajadores lo constituían los jóvenes. Hombres y mujeres con formación baja o muy baja que viven con sus familias y dependen del apoyo y sustento familiar. Y jóvenes (H y M) con formación media o superior (universitarios) que acceden a trabajos de baja cualificación, baja remuneración y alta rotación en los contratos. 
El trabajo impone sus reglas. La familia de origen no puede transmitir el status adquirido por los padres. Al tiempo asistimos, en las sociedades tecnológicas, a una demanda de formación mayor que hace necesario superar el nivel formativo de los padres para adquirir el mismo status, si no menor. Es por esto que entre las clases medias y medias-bajas se ha generalizado la creencia de que la mejor herencia que se puede dejar a los hijos es la formación.

El resultado es una situación de dependencia que puede llegar hasta los 30 años (en España en 1.998  el 53% de los jóvenes de 26-29 años vivía con sus padres[5]).  Es por tanto, la familia y no las instituciones la que asume los costes que origina la etapa de transición a la edad adulta. Y esto no siempre, como se ha pretendido, con satisfacción plena de los afectados, ya que el 67,7% de los jóvenes españoles entre 20 y 24 años preferiría vivir en su propia casa[6].

Por otra parte, resulta poco preciso hablar de juventud en singular, de la misma forma que sería poco preciso hablar de “adultos” como un grupo sociológicamente homogéneo. Y esta diversidad de juventudes es consecuencia de tres procesos de diferenciación interna: la diferenciación sociológica, la diferenciación en el ciclo vital y la diferenciación generacional. 

El proceso de diferenciación sociológica hace referencia al hecho de que tras la denominación de “jóvenes” se esconde una pluralidad de trayectorias vitales, con diferentes orígenes, contextos sociales y también con diferentes destinos. Por tanto, las pautas de estratificación social y la diversidad de estilos de vida que se observan en el conjunto de la sociedad se reproducen también en la sociedad juvenil. La juventud comparte una misma situación de estar en transición hacia la vida adulta, pero esta transición está marcada por factores socio-económicos que afectan a las oportunidades vitales de los individuos a lo largo de toda la vida.

El proceso de diferenciación en el ciclo vital es producto del alargamiento de la juventud. Es un fenómeno de sobra conocido que la juventud se ha ido dilatando en las sociedades desarrolladas. El inicio se produce antes porque la niñez acaba antes. Y la salida se produce más tarde, ya que las situaciones típicamente juveniles se prolongan hasta edades más tardías. Tal es así que ni siquiera existe un acuerdo general (ni social ni académico) sobre los límites de edad que definen la condición juvenil en estas sociedades. La consecuencia es que los jóvenes actuales (los que tienen la edad de ser jóvenes) se encuentran en periodos muy diferentes de su desarrollo vital y en estadios muy diferentes de sus transiciones a la vida adulta. Se da lugar así a una multiplicidad de situaciones: unos estudian, otros trabajan, y algunos compaginan ambas actividades y otros, los más, están en el paro. Unos viven en el núcleo familiar y otros de forma independiente o semi-independiente. Y esta diversidad de situaciones parece ir en aumento.

Como acabamos de mencionar, las fronteras de la juventud se han desdibujado de forma considerable. No habría lugar en esta introducción para mencionar siquiera los diferentes conceptos que se han acuñado para hacer referencia a ese proceso de estiramiento de la juventud. No obstante, en la mayoría de los enfoques subyace la idea de que esa indefinición va pareja con un cambio en lo que los antropólogos han venido llamando ritos de paso. En otros tiempos, la entrada en la juventud o en la vida adulta venía determinada por acontecimientos vitales determinados como el acceso al mercado de trabajo o el matrimonio y la formación de una familia propia. Eran esos acontecimientos los que daban acceso y salida a las diferentes etapas vitales. Sin embargo, estos ritos de paso han perdido la importancia o el valor informativo que tenían antaño. La prolongación de los periodos formativos, combinada con las dificultades de inserción en el mercado de trabajo hace que las trayectorias laborales no sean lineales en los primeros periodos de la vida activa. De otra parte, pero relacionado con lo anterior, el retraso en la edad de emancipación y de matrimonio y maternidad, junto con la aparición de nuevas formas familiares y de convivencia, también hace difícil definir con claridad los límites de la juventud.

3.   CONCEPTO – DEFINICIÓN.
Los jóvenes son, según la definición de las Naciones Unidas, las personas con edades comprendidas entre los 15 y los 25 años de edad. La UNESCO entiende que los jóvenes constituyen un grupo heterogéneo en constante evolución y que la experiencia de “ser joven”, varía mucho según las regiones del planeta e incluso dentro de un mismo país[7].
La dificultad de definir juventud consiste en que este concepto se refiere a un “conjunto social muy heterogéneo”, ya sea por una condición de hábitat (rural o urbano), condición socioeconómica, por pertenencia a un subgrupo de edad, nivel educativo, madurez psicológica y por las propias diferencias que se manifiestan entre las mujeres y los hombres. Son muchos los abordajes que se pueden adoptar para acercarnos al concepto de «juventud» o para encuadrar quiénes son «jóvenes». En ocasiones, la postura que se tome será determinante para aclarar el concepto.

De acuerdo a lo establecido por los organismos de las Naciones Unidas, a la hora de determinar exactamente el lapso de años en los que acontece la juventud, podríamos decir que ésta ocurre entre los 15 y los 25 años, siendo por lo tanto una de las etapas más importantes de la vida al definir intrínsecamente a la persona, sus intereses, sus proyectos y sus relaciones con el mundo que la rodea. La juventud es el período de vida que normalmente toma lugar entre la niñez y la adultez.

La juventud no sólo es un proceso biológico, sino psicológico, social y cultural. En la juventud, la persona se encuentra sexualmente desarrollada pero no tiene aún la madurez emocional necesaria para enfrentar los conflictos de la vida adulta. La adultez, por lo tanto, es un estado al que se llega gracias a la experiencia de vida.

En la actualidad la palabra juventud se refiere a una etapa de la vida de los individuos más o menos prolongada, como preparación a la vida adulta, caracterizada, en el caso de la sociedad española, por la dependencia familiar.

Ni que decir tiene que el período de transición que va de la niñez a la madurez está marcado por profundas transformaciones: y es que durante la adolescencia hay veces que uno ni siquiera es capaz de reconocerse a sí mismo. Es normal, por ello, que sea en ese período en el que más cambios -y más significativos- se produzcan respecto a épocas anteriores.
La juventud como colectivo social es una creación reciente. La sociedad tradicional sólo distinguía al adulto y al niño. La infancia podía extenderse hasta edades que hoy denominamos juveniles o de la etapa infantil-juvenil se pasaba directamente a través de la emancipación del trabajo y la creación de una familia, al colectivo de adultos.

La juventud forma un colectivo social heterogéneo donde cada subgrupo desea diferenciarse del resto y de los adultos. Los jóvenes buscan desarrollar un sentido de pertenencia y, por eso, se agrupan con pares[8].

4.   CARACTERÍSTICAS.

a.    Imagen de los jóvenes.

La imagen de los jóvenes oscila entre dos perspectivas contradictorias. Por un lado la identificación de joven, con la virtud de ser joven. Y por otro, la prevención ante el joven, por ser incontrolable.  La imagen de los jóvenes es siempre la mirada del adulto, como ya nos mostrara el estudio acerca de la infancia y la adolescencia de Josune Aguinaga y Domingo Comas[9]. En este trabajo, los entrevistados opinaban que sus hijos no deberían trabajar hasta los 20 años y los ajenos podrían hacerlo antes de los 16 años. Y los que no tenían hijos consideraban en mayor medida que los niños de ahora son demasiado caprichosos, y sobrevaloraban la influencia de la publicidad sobre el consumo de marcas, por los más jóvenes. En definitiva, el vivir con hijos o no, condicionaba radicalmente las opiniones de los entrevistados[10].

Pero la imagen de ese otro “el joven”, está sujeta a múltiples estereotipos. Por ejemplo, se ha difundido en los medios de comunicación la idea de que, la mayoría de los jóvenes que no abandonan el hogar paterno es porque no quieren prescindir de las comodidades y ventajas que esta situación les otorga. Este grupo de “ventajistas” hoy se estima en sólo un 9%. Y desde 1.984 los que elegían vivir con sus padres, no ha hecho sino disminuir.

Otras imágenes creadas por los medios de comunicación son las del joven “bello” o el joven “conflictivo”. Ambos tienen un denominador común, necesario para la industria mediática, dan espectáculo.

En Televisión los rasgos de la imagen del joven más frecuente, son las siguientes: se prefiere a los jóvenes de género femenino. La mayoría de las mujeres tienen el cabello claro y entre los hombres predomina el cabello oscuro. Cuando aparece una ropa deportiva es más probable que la lleve un joven. En la publicidad se muestra preferentemente la desnudez de los jóvenes. Sin embargo, el uso libidinoso de las cámaras actúa preferentemente sobre la mujer azafata, cantante o invitados de la farándula. Los roles que se asignan en este medio preferentemente a los jóvenes son los sexuales y de género, amistosos, y relativos al ocio persona[11].

El joven conflictivo parece ser una creación de los medios, sobre todo la prensa, debida a la información recabada de la administración y de los sucesos. Esto es, puesto que mayoritariamente se habla de los casos de orden público que implican a menores, la imagen de la juventud como colectivo termina estando representada por estos acontecimientos desafortunados. Aunque estos hechos lo cometan una minoría. La Prensa privilegia las fuentes de datos institucionales (51%) y documentales (21%) que tienen como autores a las mismas instituciones; y la mayoría de las instituciones están relacionadas con el control policial y judicial del comportamiento juvenil. Como norma, la prensa consulta una sola fuente de datos (63%)[12].

b.   Identidad de los jóvenes.

Se suele considerar a la adolescencia como una etapa difícil en el desarrollo humano. Aunque la inadaptación del adolescente suele ser un fenómeno parcial y esporádico. Las más de las veces el cambio en el adolescente es de orden valorativo, se vuelve crítico con los convencionalismos del adulto y sobrevalora la amistad. Busca el “ideal” que puede ser una empresa, una persona, un modo de vida. Y con respecto a la amistad, esta relación es de confianza mutua,  intercambio de ideas y sentimientos, el amigo del alma. La amistad en la adolescencia es un sustitutivo de las relaciones paterno-filiales. Esta etapa contradictoria, suele ser superada y la persona surge enriquecida. 

Todas las posturas de rebeldía y oposición a lo establecido, suelen ir encaminado a una afirmación de sí. En esta etapa, la identidad se construye con los materiales que están a nuestro alcance. Es decir, necesitamos saber quiénes somos. Si en la vida del adulto la profesión te define socialmente, al joven adolescente le definirá su estilo de vida.  Una etapa juvenil hiper-desarrollada, genera individuos cuyas identidades necesitan constituirse al margen de los canales tradicionales: el trabajo y la emancipación. Es aquí donde nuevos agentes de socialización, como son los medios de comunicación, van a aportar estos materiales de la diferenciación con el mundo adulto, construyendo no sólo la personalidad individual sino el creciente muro que separa cada vez más la etapa adulta de la etapa joven. De esta manera el capricho de los niños deviene en la juventud en consumo desaforado y hedonismo.

Parte importante de esta construcción de la identidad del joven es el cuerpo. Ya hemos visto como los “medios” hacen del cuerpo joven, saludable, y su exhibición a través de ropas ceñidas, un ideal que identifica físicamente al joven. El cuerpo se convierte en una expresión de la identidad. La apariencia física otorga cualidades y estima social. Según Giddens “el cuerpo está muy influido por nuestras experiencias sociales y por las normas y valores de los grupos a los que pertenecemos”[13].  

Otro factor de identidad juvenil es la música. Los mayores consumidores son varones entre 15 y 24 años. Las discotecas también son las que más interés despiertan entre los adolescentes[14]. La participación de la música y sus distintos géneros en la identificación juvenil ha tenido estudios pioneros en nuestro país como el realizado por Jesús Levices[15], y publicado por la Comunidad de Madrid en 1.986. Este trabajo demuestra las funciones sociales que ejerce la música como fenómeno de masas en la población juvenil. Por un lado, la ubicación según gustos musicales, refuerza los vínculos en los seguidores y consumidores de las distintas opciones, generando una diferenciación no sólo con respecto al grupo de mayores sino entre grupos de jóvenes. Por otro lado, el fenómeno musical joven es funcional al sistema social, puesto que mantiene a los jóvenes desocupados ocupados en la música y no como consumidores pasivos. Más recientemente se ha retomado esta línea de investigación, insistiendo esta vez en los efectos que la música de los jóvenes tiene en la inclusión o exclusión de los individuos según gustos. El papel de la música a la hora de condicionar la creación de amistades. “Los que muestran su gusto por los estilos minoritarios, encuentran en el hecho diferencial que les otorga la condición de minoritarios, uno de los elementos que refuerzan los procesos de identificación“[16]. Estos jóvenes vanguardistas rechazan insistentemente los estereotipos juveniles socialmente creados, aunque tienden a reproducir y consolidar esos mismos estereotipos.

c.    Manipulación de la juventud.

La sociedad desarrollada, triunfadora de la enfermedad, alarga la vida y también desdibuja los límites del paso a la vejez. La creciente longevidad de nuestras poblaciones y las bajas tasas de natalidad van ubicando cada año a un mayor número de personas en el furgón de cola. Pero lejos de reivindicar socialmente la condición de mayores, se proyecta la imagen de la eterna adultez. Los mayores, ancianos o viejos, han desaparecido porque se han transformado en pensionistas válidos, independientes o incapacitados. Los primeros proyectan una imagen de afortunados, se supone que tienen pensiones suficientes, y puesto que no se deben al mercado de trabajo son libres para disponer de lo que se supone una ventaja, de todo el tiempo del mundo para divertirse, para el ocio o lo que algunos llaman disfrutar de la vida.
        
Los jóvenes no acaban de ser redefinidos. La imagen de joven contestatario, rebelde de los años 60, habita en el imaginario colectivo pero dista mucho de ser viable en el espacio social que hoy se dispone para ellos. El joven de la protesta es hoy adulto y eso es equivalente a integración, por tanto, tiene intereses sobre todo en mantenerse en un modelo social que selecciona a los individuos que define o califica de interesantes, valiosos o competitivos. La selección social es excluyente porque aunque todos son los llamados pocos serán los escogidos. Desde este principio y por más que se construya la excelencia, no todos los seres humanos dan la talla de excelentes, aunque se reconozca que todos tienen derecho a tener un lugar en el mundo.

Los jóvenes y los mayores tienen cada vez más en común el ser desocupados, por tanto, desde los valores utilitaristas de la sociedad productiva se les busca otro lugar de utilidad, se les fabrica funciones sociales y en un intento por encontrarles, si no el lugar en la estructura productiva, sí la función social que justifique el no estar. Es por esto que sobre los excluidos se crean imágenes, características y categorías comprensivas; cuando a los integrados sólo les define el “estar integrado”[17], soy lo que hago, la profesión, la ocupación, lo que trabajo.

La disponibilidad de tiempo libre es lo que tienen en común los que están fuera del mercado de trabajo y por tanto son susceptibles de consumir cultura de masas. En este universo mediático, los protagonistas son los propios consumidores. Los desconocidos para el sistema productivo, adquieren ahora más que nunca el protagonismo y la capacidad para hacer del defecto virtud. La abundancia temática relativa a estos dos grupos jóvenes y ancianos en la televisión no es fortuita. Los mensajes preferidos son como mantenerse joven,  comer adecuadamente y sexo en la tercera edad. Para el grupo de jóvenes, como llenar el tiempo. Los contenidos simbólicos de estos dos grupos de edades tienen su correlato en el ámbito del consumo. Se crearán por tanto valores compensatorios a estos grupos no generadores de riqueza. El lugar que ocupan es funcional al sistema productivo, siempre y cuando entren como consumidores en la demanda de mercancías y en la distribución de riqueza. La prevención que tradicionalmente se tenía a los jóvenes no integrados, es sustituida por la creencia en que son un grupo que tiene valores comunes, ideas, formas de hacer especiales que hay que comprender.

Se les otorga primero una unidad, basándose en supuestos problemas compartidos, para pasar después a atribuirles cualidades misteriosas, como se ha hecho con todos los grupos a los que se define como diferentes. Esto es, tratar de acrecentar la diferencia, hasta hacerlos extraños e irreconocibles. Por esto necesitamos una ventana abierta a la intimidad, para ver cómo reaccionan los jóvenes, qué hacen los jóvenes, qué piensan los jóvenes. Programas como el Gran Hermano dan tanta satisfacción al protagonismo juvenil, como a la curiosidad del adulto.

Hoy la industria del ocio y, en concreto, la industria musical se ha visto gratamente complacida por el incremento de ventas que ha supuesto “Operación Triunfo”. Se reconoce que ha salvado la industria del disco español en el 2.002. La música y los jóvenes están asociados desde hace treinta años. Sólo que hoy la música como alternativa al estancamiento del mercado laboral es potenciada por las instituciones.

La manipulación consiste fundamentalmente en aprovechar la frustrada emancipación de los jóvenes y la sustitución que éstos hacen de su falta de protagonismo social a través de modas, conductas, valores y gustos, para hacer ver que esta forma de vida es natural, deseable o envidiable. La imagen del joven es recreada, encauzada y, por último empaquetada[18].

Todos los deseos por hacerse significar, van a ser retomados por el marketing y escenificados en los medios de comunicación para mayor gloria de la economía. Mientras la jaula de oro, en la que se supone viven los jóvenes (familias de origen, sin responsabilidad de esposa e hijos, con libertad sexual y viajes) parece ser cada vez más jaula. La imposibilidad de vislumbrar un futuro como adulto lleva a numerosos jóvenes a continuar con conductas propias de adolescentes lo que no auspicia un orden social. El horizonte de la integración social de los jóvenes se nos antoja conflictivo, la proletarización de los hijos en casa ya está generando conflictos convivenciales en el ámbito familiar, pero en el ámbito público quizá sólo se necesita un motivo que dentro del imaginario del colectivo de jóvenes sea lo suficientemente poderoso.

5.   VALORES DE LA JUVENTUD.

La adolescencia y, en general, la juventud es entendida como una época potencialmente conflictiva en el desarrollo de la personalidad, en la que la construcción de la propia identidad de los chicos y chicas pasa por un cierto enfrentamiento más o menos directo con los adultos (Comas, 2003: 17-18)[19]. En esta situación no sólo influyen los cambios físicos y psicológicos que se experimentan en esta época de la vida, sino también las características de los contextos en los que tales sujetos se desarrollan (Bronfenbrenner, 1997[20]; Lerner, 1998[21]).

La creciente necesidad de autonomía propia del desarrollo cognoscitivo de los jóvenes, se ve limitada por la estructura cultural, social y económica de la sociedad en la que viven (Comas, 2003: 22[22]). Por ejemplo, las exigencias académicas y de formación especializada que demande una sociedad, o la apertura o cierre de su mercado laboral, van a ser claves a la hora de configurar las vías de desarrollo individual, social o laboral de los sujetos en el futuro. Pero no sólo eso. También van a ser clave a la hora de configurar los estilos de vida que les son propios, así como las conductas de riesgo que se puedan derivar de tales estilos de vida. E incluso, van a ser cruciales a la hora de determinar quiénes son los individuos que van a ser considerados “jóvenes” en cada momento.

Por todas estas razones, la juventud es un concepto construido socialmente. El ser joven implica pertenecer a un tramo específico de edad (normalmente, entre los 14 y 30 años). Implica también el estar en una situación objetiva específica caracterizada por la ausencia de vinculación con el mercado de trabajo o, en su caso, con la primera etapa de integración laboral, lo que da lugar a unos modos de vida determinados. Pero, además, el ser joven implica una tercera cuestión, que tiene que ver con el conjunto de creencias, actitudes y valores que les son propios.

Los valores presentes en una sociedad están condicionados por factores como la cultura, la ideología, el sistema institucional a través del que se ponen en práctica los derechos y los deberes, o las prácticas comúnmente aceptadas en el contexto internacional (Aguiar et al., 2007: 18[23]). Estos valores son expresados en forma de actitudes. En las últimas décadas, los cambios económicos, tecnológicos y sociopolíticos acaecidos han tenido un gran impacto en la cultura de las sociedades industriales avanzadas, afectando también a los valores que la sustentan. Las motivaciones que tienen los individuos para trabajar, sus creencias religiosas, o la importancia que otorgan a la familia son cuestiones, entre otras, que se han visto afectadas por tales cambios a lo largo de diferentes generaciones. Es decir, lejos sufrir una transformación repentina, los valores cambian de forma gradual. Y lo hacen penetrando principalmente entre los jóvenes y convirtiéndose en valores predominantes a medida que las nuevas generaciones sustituyen gradualmente a la población adulta (Inglehart, 1990: 3[24]). Por ello, el análisis de los valores que comparte la juventud de una determinada sociedad resulta relevante tanto desde el punto de vista del análisis de la sociedad del presente como la del futuro.

Para acercarnos al conocimiento de los valores de los jóvenes se les preguntó por el grado de importancia en la vida que otorgan a una serie de cuestiones relacionadas con el ámbito laboral, con el espiritual y con el de las relaciones personales. Con carácter general, la juventud valora por encima del resto de ítems el hecho de “tener buenas relaciones familiares” (9,1), seguido de “tener una vida sexual satisfactoria”, “tener éxito en el trabajo” y “ganar dinero”, con una puntuación de 8,8 en los tres casos. El hecho de “obtener un buen nivel de formación” (8,7), “vivir como a cada uno le gusta sin pensar en el que dirán” (8,3), “tener muchos amigos” (7,9) y “respetar la autoridad” (7,7), son cuestiones también valoradas de manera notable por la juventud. Por el contrario, el hecho de “interesarse por temas políticos” (4,7) y “por cuestiones religiosas o espirituales” (3,5) son los ítems menos valorados por los jóvenes de todo el listado que se les presenta[25].

Con respecto al hecho de “tener buenas relaciones familiares”, ítem al que la juventud concede más importancia, se aprecian diferencias estadísticamente significativas en función de las variables género, tamaño de hábitat y provincia de residencia. En el primer caso, las chicas (9,2) valoran esta cuestión en mayor medida que los chicos (9).

En segundo lugar, se aprecian diferencias estadísticamente significativas en el hecho de “tener una vida sexual satisfactoria” en función de las variables género, edad, tamaño de hábitat y provincia de residencia. Con respecto al género, los chicos (9) otorgan más importancia a esta cuestión que las chicas (8,6). Asimismo, se aprecia una relación positiva y lineal entre la edad de los encuestados y la valoración que hacen de este ítem, de tal manera que son los jóvenes de entre 26 y 30 años (9,1) los que conceden más importancia al hecho de tener una vida sexual satisfactoria. Por otro lado, existe una relación negativa y lineal entre el tamaño del hábitat y el peso que conceden a esta cuestión.

En tercer lugar, se observan diferencias estadísticamente significativas en el hecho de “tener éxito en el trabajo” en función de las variables género y tamaño de hábitat. En el primer caso, las chicas (8,8) valoran esta cuestión en mayor medida que los chicos (8,7)[26].

En cuarto lugar, con respecto al hecho de “ganar dinero”, se aprecian diferencias estadísticamente significativas en función de las variables tamaño de hábitat y provincia de residencia.

En quinto lugar, en cuanto al hecho de “obtener un buen nivel de formación”, existen diferencias estadísticamente significativas en función del género y de la provincia de residencia. En el primer caso, las chicas (8,9) conceden una mayor importancia a esta cuestión que los chicos (8,6).

En sexto lugar, con respecto al hecho de “vivir como a cada uno le gusta sin pensar en el qué dirán”, se observan diferencias estadísticamente significativas en función de las variables edad y provincia de residencia. En el primer caso, los jóvenes de entre 22 y 25 años (8,4) son los que más importancia conceden a esta cuestión, mientras que son los más jóvenes de la muestra (8) los que menos peso le confieren[27]

En séptimo lugar, con respecto al hecho de “tener muchos amigos”, se aprecian diferencias estadísticamente significativas en función de las variables edad, tamaño de hábitat y provincia de residencia. En el primer caso, existe una relación negativa y lineal entre la edad de los encuestados y la importancia que conceden al grupo de pares, de manera que son los/as más jóvenes de la muestra (8,5) los que otorgan más peso a esta cuestión.

En octavo lugar, en cuanto al hecho de “respetar la autoridad”, se aprecian diferencias significativas en función de las variables género y provincia de residencia. En el primer caso, las chicas (7,9) valoran esta cuestión en mayor medida que los chicos (7,5).

En noveno lugar, con respecto al hecho de “interesarse por temas políticos”, se aprecian diferencias estadísticamente significativas en función de las variables edad, tamaño de hábitat y provincia de residencia. En el primer caso, existe una relación positiva y lineal entre la edad de los encuestados y la importancia que conceden a esta cuestión. Así, son los jóvenes de entre 26 y 30 años (5,4) los que valoran en mayor medida el interés por la política, mientras que los de entre 14 y 17 años (3,9) son los que le conceden una menor importancia.

Por último, con respecto al ítem menos valorado de todos (la “preocupación por cuestiones religiosas o espirituales”), se aprecian diferencias estadísticamente significativas en función del género, la edad y la provincia de residencia. En el primer caso, las chicas (3,7) valoran esta cuestión en mayor medida que los chicos (3,4), si bien en ambos casos las puntuaciones son muy bajas. Por otro lado, los jóvenes de menor edad (de 14 a 17 años) y los de mayor edad (de 26 a 30 años) son los que más importancia conceden a las cuestiones religiosas, con una media de 3,7 en ambos casos.

A la hora de analizar los valores de los jóvenes es preciso entender qué cualidades consideran que deberían ser promovidas. Para ello se les pidió que escogieran las cualidades (hasta un total de cinco) que entendían que eran las más importantes para ser fomentadas y promovidas en los niños y niñas. Según los datos recogidos los “buenos modales” (86,2%), el “sentido de la responsabilidad” (83,0%) y la “tolerancia y el respeto” (79,7%) son, por ese orden, las tres cualidades más citadas por la juventud andaluza. Asimismo, el “sentido de la economía y el espíritu de ahorro” (32,9%), la “independencia” (32,8%), la “obediencia” (31,4%), la “determinación y la perseverancia” (31%), el “trabajo duro” (30,8%) y la “imaginación” (29,1%) son también cualidades nombradas por casi un tercio de los jóvenes. Por último, la “fe religiosa” (4,2) y “la abnegación” (0,9) carecen de importancia como cualidades a promover entre los niños en el hogar. Si bien estos son los porcentajes totales, se observan diferencias (no significativas estadísticamente) al cruzar cada una de los ítems por las variables género, edad, tamaño de hábitat y provincia de residencia[28].

6.   PROBLEMÁTICA DE LA JUVENTUD.

De todos los problemas citados espontáneamente por la juventud andaluza, los que aparecen con mayor frecuencia como primero, segundo o tercer problema son[29]:
1)    “el paro y la precariedad laboral” (72,1%).
2)   el “consumo de drogas” (46,4%), a gran distancia del primero.
3)   el “acceso a la vivienda” (20,2%).
Le siguen en importancia:
4)   “los estudios, la falta de motivación y el fracaso escolar” (18,1%).
5)   “la crisis y la carestía de la vida” (17%).
6)   “las malas compañías y el pasotismo” (14,9%).
7)   “el consumo de alcohol” (13,5%).
Citados en porcentajes inferiores al 10%, se encuentran:
8)   “la delincuencia y la violencia” (9,9%).
9)   “el gobierno, los políticos y la corrupción” (7,9%).
10) “pocos sitios de ocio y de botellón” (5,5%).
11) “el abuso del sexo y de la juerga” (4,4%).
12) “los problemas familiares y la incomprensión” (4,1%).
Por último, citados en porcentajes inferiores al 3% se encuentran:
13) “pocas becas y salidas laborales” (2,7%).
14) “la dificultad para independizarse” (2,7%).
15) “la inmigración” (1,8%).
El resto de cuestiones citadas apenas presentan una frecuencia del 1%:
16) “Internet”, “accidentes de tráfico”.
17) “salud y medio ambiente”,
18) “guerras y terrorismo”.
19) “falta de motivación en general”.

La juventud se entiende como un estadio de transición que media entre la infancia y la “vida adulta”, que se interpreta como una etapa de integración plena en la sociedad, con la formación de una unidad familiar propia y la inserción el ámbito laboral. No obstante, esta transición no está exenta de problemas. Según los mismos jóvenes ponen de manifiesto, los problemas más importantes a los que se enfrentan son las dificultades derivadas del mercado de trabajo, así como a los riesgos asociados al consumo de drogas, unos datos que coinciden con las preocupaciones juveniles detectadas en estudios anteriores. Pero a diferencia de estos estudios previos, aparece un tercer problema estructural: las dificultades que presenta el mercado de la vivienda. Una cuestión que, si bien es citada también como problema en los barómetros del CIS sobre la población general, afecta especialmente a la juventud por cuanto que obstaculiza el desarrollo de su autonomía fuera del núcleo familiar[30].

Al mismo tiempo, los jóvenes manifiestan un elevado grado de satisfacción con su vida familiar. Entre las cuestiones a las que atribuyen la mayor importancia en sus vidas, los jóvenes valoran por encima del resto de ítems el hecho de “tener buenas relaciones familiares” (9,1 sobre 10), seguido de “tener una vida sexual satisfactoria”, “tener éxito en el trabajo” y “ganar dinero”, con una puntuación de 8,8 en los tres casos. El hecho de “obtener un buen nivel de formación” (8,7), “vivir como a cada uno le gusta sin pensar en el que dirán” (8,3), “tener muchos amigos” (7,9) y “respetar la autoridad” (7,7), son cuestiones también valoradas de manera notable por la juventud andaluza. Por el contrario, el hecho de “interesarse por temas políticos” (4,7) y “por cuestiones religiosas o espirituales” (3,5) son los ítems menos valorados por los/as jóvenes[31]

Formación, empleo y emancipación.
La juventud decide estudiar principalmente porque comparte la idea de que la formación está correlacionada con trabajos de mayor calidad y con una mejora en la empleabilidad (Tezanos, 2010[32]). En concreto, siete de cada diez jóvenes andaluces son de la opinión de que el título universitario es importante para conseguir un trabajo. Se trata de una opinión mayoritaria entre la juventud andaluza, que se sostiene a pesar de una situación de elevado desempleo juvenil y percepción de devaluación de los títulos universitarios.

Son los jóvenes mayores de 26 años, esto es, aquellos que tienen un mayor contacto con el sistema laboral, los que en mayor medida sostienen la idea de que la educación todavía constituye una herramienta eficaz de promoción social. De ahí la importancia de evaluar el coste económico que para una familia supone el que sus hijos emprendan una carrera universitaria. A este respecto ocho de cada diez jóvenes están de acuerdo o muy de acuerdo en que la educación universitaria implica un esfuerzo económico.
También existe consenso entre la juventud andaluza acerca de que el Estado o “más el Estado que la familia”, debería ser responsable del coste económico de una carrera universitaria.

Parte de la intervención estatal en materia de educación se concentra en la concesión de becas de formación. A este respecto, se pueden distinguir dos grandes criterios de concesión de becas: uno de corte meritocrático que privilegie la beca en función de las notas obtenidas, y otro de carácter igualitarista que tome como criterio de asignación la renta de las familias. Los jóvenes no se decantan claramente por ninguno de los dos criterios o por una combinación de ambos, repartiéndose sus preferencias entre todas estas categorías de manera similar, si bien las fórmulas meritocráticas alcanzan puntuaciones moderadamente más bajas. Un 39,2% de la juventud andaluza opta por una solución de integración entre ambas posturas[33].

En cuanto al rendimiento educativo, conviene destacar que un cuarto de la juventud abandona sus estudios de acuerdo a los datos de la encuesta. No hay diferencias estadísticamente significativas por sexo, pero sí se encuentran por edad: conforme aumenta la edad, aumentan también las posibilidades de detener los estudios.

Cuando se pregunta a los jóvenes por cuáles fueron sus razones para el abandono de los estudios la respuesta mayoritaria, que engloba a seis de cada diez casos, es que “decidieron ponerse a trabajar”. A este respecto, sí se encuentran diferencias estadísticamente significativas por razón de sexo, siendo los hombres más partidarios de detener sus estudios por trabajo. Tan solo uno de cada diez jóvenes abandona sus estudios argumentando que “no le gustaban”, y la proporción de los que lo hacen porque “no le servían” es prácticamente inapreciable.

El empleo es el factor más integrador de los individuos en nuestra sociedad y llega a vertebrar la identidad individual. En el caso de la juventud cumple también una función de difuminar las fronteras que separan la etapa juvenil y la de la madurez, pudiendo entenderse la etapa adulta, como se ha visto, como una etapa de independencia económica y con el desarrollo de un hogar propio. Un análisis del empleo en la juventud debe pivotar así sobre la idea de la independencia económica, y también sobre la precariedad y el subempleo.

Las estrategias para conseguir empleo de la juventud son mayoritariamente la realización de estudios con salidas laborables, recurrir a la red de contactos, y en menor medida la búsqueda de empleo a través de oposiciones. De cualquier manera, ambas estrategias no son excluyentes, el capital educativo también se puede combinar con un capital social a la hora de encontrar empleo. Los municipios donde los jóvenes recurren en mayor medida a la red de contactos personales son los de mayor tamaño y las capitales de provincia.

El autoempleo es una opción con escaso predicamento entre los jóvenes, alcanzando el 5,3% del total. No obstante, los jóvenes no están de acuerdo con que una buena preparación haga que sea “fácil” encontrar trabajo. Esta opinión es compartida por siete de cada diez jóvenes, si bien la percepción de la importancia de la preparación para encontrar trabajo es más positiva entre los/as más jóvenes y decrece conforme aumenta la edad, quienes precisamente han acumulado más experiencia y competencias laborales[34]

La situación de crisis laboral afecta especialmente a los grupos más vulnerables de la sociedad y a la juventud. La tasa de desempleo de la juventud se mantiene en el doble que la de los adultos debido a las dificultades de inserción de los jóvenes en la vida activa. Entre las posibles interpretaciones destacan que cuando los jóvenes acceden al mercado laboral presentan insuficiencias en su nivel de formación o una inadecuación entre ésta y los requerimientos del puesto de trabajo; otro factor puede ser un nivel más bajo de productividad en estas primeras etapas (Cachón, 2004[35]); la falta de experiencia laboral, o de una trayectoria consolidada de experiencia laboral también afecta a la empleabilidad y a la percepción de empleabilidad que señalan los jóvenes, en especial a los de tramos más inferiores de edad (INJUVE, 2002[36]). Los datos muestran, en efecto, una mayor proporción de jóvenes trabajando en situación de empleo temporal que en contratos indefinidos. Y la mayoría de los jóvenes, siete de cada diez, señala que busca “cualquier trabajo”, esté relacionado o no con su formación.

¿Cuáles son según la juventud las características ideales que debería tener un puesto de trabajo?

El aspecto que más destacan los jóvenes es la estabilidad en el trabajo, más de la mitad de la muestra afirma que se trata de un aspecto “muy importante” en un empleo. Las características a las que los jóvenes otorgan más importancia además de la estabilidad laboral, son un clima laboral satisfactorio y el hecho de que el empleo proporcione “satisfacción y realización personal”. El sueldo resulta ser un factor menos relevante que estos aspectos de carácter inmaterial y las condiciones objetivas del empleo resultan ser menos importantes que las percepciones sobre el mismo.

La emancipación se basa en dos dimensiones, la económica, que implica una situación de independencia material, y una segunda dimensión, la creación de un nuevo núcleo familiar dejando la convivencia con la familia de origen. Para ello, se tienen que dar dos factores, las condiciones materiales de posibilidad junto con la preferencia personal por la emancipación. La mayoría de los jóvenes, siete de cada diez, vive con sus padres. Los chicos conviven en el hogar paterno en mayor proporción que las chicas y conforme aumenta la edad, las probabilidades de dejar de vivir en el núcleo paterno aumentan, así como las de formar un núcleo familiar propio con pareja e hijos/as, situación en la que se encuentra el 35,1% de los/as jóvenes mayores de 26 años.

Cuando los jóvenes continúan en el hogar paterno porque no perciben disponer de las condiciones materiales suficientes para la independencia, esta situación no responde a una decisión personal. A este respecto, se observa en los jóvenes que el porcentaje de los que desean convivir en el hogar paterno alcanza el 16,7%, más de cincuenta puntos porcentuales por debajo de los jóvenes que efectivamente viven con sus padres. Los más jóvenes muestran preferencias más altas por la convivencia en el hogar paterno comparado con el resto de edades, si bien la diferencia con los datos de convivencia sigue siendo notable. Tan solo un 5,1% de los jóvenes mayores de 26 años señala como su opción preferida la convivencia con los padres. A pesar de ello, las relaciones con la familia son muy buenas, y los jóvenes la valoran con un 8,6 sobre 10.

La edad media con la que se independizan los jóvenes es de 20,3 años. Las principales razones para la independencia son los estudios y la formación de un hogar propio. La independencia económica como razón per se para la independencia es la tercera opción más elegida por los jóvenes, si bien con porcentajes más bajos que las dos anteriores. Con la creación de un nuevo núcleo familiar por parte de los jóvenes, surge la necesidad de elaborar unas normas de convivencia y de reparto de tareas en el hogar. Y en este sentido, la gran mayoría de los jóvenes apoya un tipo de convivencia familiar donde los/as dos miembros de la pareja compartan las tareas de manera igualitaria.

La emancipación es uno de los aspectos fundamentales en los estudios de juventud, ya que se considera un factor primordial que diferencia dos fases básicas en el curso de la vida: la niñez y la edad adulta. Los estudios sociológicos suelen definir la juventud como un estadio transitorio de realización personal, cuyo inicio es la dependencia respecto a la familia y cuyo final es la independencia respecto a aquella (Fernández y Morente, 2002: 585[37]). Desde esta perspectiva, la juventud se define entonces por la situación de dependencia respecto a la familia de origen. Dado que el estadio adulto se considera sinónimo de integración social, la juventud es frecuentemente definida como un proceso de incorporación a la sociedad. Los aspectos principales que caracterizan esta incorporación son la disposición de medios económicos, la capacidad para tomar decisiones y la formación de una familia (Fernández y Morente, 2002[38]).

En la actualidad, la fase de juventud en las sociedades desarrolladas se ha extendido en el tiempo. La razón principal es el progresivo retraso de la edad a la que los jóvenes se independizan del hogar familiar (Requena, 2002[39]).

¿Cuáles son las principales razones que explican la prolongación de la dependencia?

Estudios previos han mostrado la influencia que ejercen factores endógenos y exógenos a la familia en los procesos de emancipación de la juventud. Respecto a los factores endógenos, la crisis del patriarcalismo tradicional y la democratización de la familia contribuyen a crear un clima más favorable en las relaciones paterno-filiales, lo que estimula la permanencia de los jóvenes en el hogar. Por otro lado, los padres exigen menos obligaciones a sus hijos, y promueven una mayor libertad y a una mayor independencia económica ligada al consumo y al ocio, que incrementa la incertidumbre de la juventud ante la posibilidad de independencia familiar (Fernández y Morente, 2002).

El crecimiento de los precios constituye uno de los factores exógenos más relevantes que afectan a la prolongación de la dependencia familiar. El coste de la vivienda y las actuales condiciones laborales dificultan la creación de nuevas unidades familiares (Requena, 2002[40]; Gaviria, 2002[41]). Por último, la expansión del sistema educativo y el aumento de la edad de escolarización obligatoria han retrasado la incorporación de los jóvenes al mercado laboral (Fernández y Morente, 2002[42]) y con ello ha aumentado su dependencia económica respecto a la familia de origen.

Cuando se habla de emancipación se suele hacer referencia a dos aspectos fundamentales, si se convive con la propia familia o se dispone de una unidad familiar propia y a la capacidad de sufragar los gastos personales con medios económicos propios.
Estilos de vida y participación cívica.

Los factores que explican el estado de salud de los jóvenes pueden ser muy diversos. No obstante, una primera aproximación al estudio de la salud de los grupos juveniles pasa por el análisis de aquellas prácticas que comúnmente vienen a ser consideradas como saludables. En general, se puede decir que la juventud presenta una percepción positiva de su estado de salud. Así lo pone de manifiesto el 75,3% de los entrevistados, que definen su salud como buena (60,6%) o muy buena (24,7%). No obstante, la difusión de hábitos saludables entre la juventud andaluza es limitada. Así por ejemplo, el ejercicio físico no es una de las prácticas más habituales entre los jóvenes. El 46% de los entrevistados sólo realizan deporte de forma ocasional, el 27,8% nunca realizan actividades deportivas y solo el 16,5% de los entrevistados admiten realizar algún tipo de actividad deportiva con regularidad, varias veces a la semana.

En el ámbito de la sexualidad, el 84,6% de los jóvenes dice haber tenido relaciones sexuales completas, mientras que el 3,9% han tenido relaciones incompletas y un 11,5% no las han tenido. Los datos señalan que un 80,1% de los entrevistados dicen usar algún tipo de método anticonceptivo o de profilaxis y son los grupos más jóvenes los que presentan una mayor propensión al uso de métodos anticonceptivos, sobre todo aquellos con edades comprendidas entre los 18 y los 21 años (85,6%) y los de 14 a 17 (83,3%). Además se observa que la decisión de usar métodos anticonceptivos suele ser una decisión compartida por ambas partes de la pareja. Así, el 64,6% de los entrevistados dicen usarlos por decisión de la pareja, mientras que un 19,2% los usan anticonceptivos por decisión propia y un 16,2% admiten que son sus respectivas parejas las que han tomado la iniciativa de usarlos. El método anticonceptivo más usado es el preservativo (82,9%), seguido a gran distancia de la píldora (13,4%) y el DIU (2,2%), mientras que solo un 1,5% de los jóvenes hacen uso de otro tipo de métodos.

En el caso de que se produzca un embarazo no deseado, más de la mitad de los jóvenes son partidarios de continuar con el embarazo (55,4%). Al referirse a las razones que pueden justificar el aborto, los jóvenes señalan los siguientes: por motivos de salud (2,5%), desequilibrio emocional (5,1%) y motivos económicos (15,9%)[43].

Los jóvenes tienen una actitud relativamente prudente o moderada ante el riesgo. Cuando se les pregunta en qué posición se situarían en una escala del 1 al 10, donde 1 significa encontrarse muy cómodo asumiendo riesgos y 10 muy incómodo, se obtiene una media de 5,4. Sin embargo, esto no siempre se corresponde con comportamientos que eviten el riesgo. En el ámbito de la seguridad vial, el 52,7% de los jóvenes de la muestra son conductores de coche con un predominio importante de los chicos frente a las chicas.

El ámbito en el que se perciben conductas potenciales de riesgo más generalizadas es en el del consumo de alcohol. El 76,1% de los jóvenes han consumido alcohol alguna vez. Y algo más de la mitad de los entrevistados se comenzaron a consumir alcohol entre los 16 y los 18 años (50,7%), además de un 43,1% que se iniciaron con edades de entre los 13 y los 15 años.

Las razones del consumo de alcohol (y también de otras drogas) que señalan los propios jóvenes son divertirse, integrarse con amigos, evadirse de los problemas y tener nuevas experiencias. A ello se suma que el 42,3% de los jóvenes han consumido (o consumen) tabaco en alguna ocasión. Y por lo general, los jóvenes comienzan a consumir con edades muy tempranas, comprendidas entre los 13 y los 15 años (43,6%) o entre los 16 y los 18 (43,5%). No obstante, los consumos de drogas ilegales son muy minoritarios entre la juventud andaluza, excepto en el caso del cannabis que es consumido por uno de cada cuatro jóvenes[44].

En el ámbito del ocio juvenil, se aprecia que, por término medio, la juventud dedica 34,4 horas a ocio y diversión, lo que da un promedio de 4,9 horas al día. Comparando estas cifras con las del conjunto de España se puede ver que el tiempo de ocio de los jóvenes se encuentra bastante por encima del de la juventud europea, el cual se halla, según datos del INJUVE (2007[45]), en torno a 26,3 horas semanales. Conviene destacar también en este apartado que el 76,2% de la juventud andaluza dedica parte de su tiempo diario a la lectura. Y el uso del ordenador ocupa también una buena parte del ocio (pero también de los estudios y el trabajo) de la juventud andaluza (un uso aproximado de dos horas y media al día).

Además de los estilos de vida individuales también es importante analizar las posiciones morales de los jóvenes con respecto a la convivencia social. En una escala de 1 (nunca justificable) a 10 (siempre justificable), destaca que la violencia de género (1,4), la contaminación (2,7) y el suicidio (3,3) son, por ese orden, las prácticas menos justificables en términos morales según la juventud. Por el contrario, la homosexualidad (7,7), la eutanasia (6,4) y el aborto (5,8) son los comportamientos sobre los que la censura moral es menor, de forma que son consideradas prácticas justificables en la mayoría de las ocasiones. La evasión fiscal (3,9), la pena de muerte (4,0) y la prostitución (4,9), por su parte, se sitúan en posiciones intermedias, aunque más próximas al rechazo que a la aceptación.

En el terreno de la participación cívica, los jóvenes muestran un nivel de actividad que si bien no es alto es comparable al de sus mayores. Las asociaciones de carácter religioso y las estudiantiles son las que tienen una mayor presencia de la juventud andaluza después de las de carácter deportivo, con porcentajes agregados de pertenencia actual y pasada del 19,9% y del 17,3%, respectivamente. Seguidamente, y a bastante distancia, las asociaciones culturales o artísticas (15,2%), las musicales (11,5%), las excursionistas (10,3%) y las de carácter recreativo (10,1%) son, por ese orden, las que concentran un porcentaje mayor de jóvenes, si bien la pertenencia en estas últimas es relativamente minoritaria. Lo anterior no es impedimento para que la juventud andaluza presente un escaso nivel de politización medido en términos de interés por la política. Así, mientras que sólo un 23,4% de los/as jóvenes dice interesarse bastante o mucho, el porcentaje agregado que se declara desinteresado/da supera el 76%. También resulta llamativo que, si bien la inmensa mayoría de la juventud andaluza suscribe que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno, existe un porcentaje nada desdeñable de jóvenes indiferentes al respecto que supera el 13%.

Yendo al terreno específico de las preferencias ideológicas, los jóvenes se autoubican en el centro-izquierda del eje, con una puntuación media de 4,7 en una escala del 1 a 10, donde 1 significa extrema izquierda y 10 extrema derecha. No obstante, se aprecian diferencias estadísticamente significativas si se tienen en cuenta las variables edad, tamaño de hábitat y provincia de residencia. En el primer caso, los jóvenes de entre 22 y 25 años son los que puntúan más a la izquierda (4,5) mientras que quienes están en los intervalos de menor edad de la muestra (de 14 a 17 años y de 18 a 21 años), se posicionan más próximos al centro ideológico (4,8 en ambos casos)[46].

A pesar de que mayoritariamente expresan preferencias políticas propias, la participación política de la juventud andaluza es relativamente baja con carácter general. Si bien supera el 36% en el caso de la participación electoral, el porcentaje de jóvenes que se involucran en actividades no electorales es más bajo aún. Así, otras formas de participación que incluyen acciones de boicot o de compra de productos por razones ideológicas, medioambientales, etc. son mucho más minoritarias, y los jóvenes activistas (aquellos que llegarían incluso a adoptar formas ilegales de acción política) apenas alcanzan el 5% de la muestra. Esto se corresponde, en parte, con niveles de confianza relativamente bajos en las instituciones. En una escala del 1 al 10, únicamente la policía y fuerzas de seguridad (5,9), las Naciones Unidas (5,7), las ONG’s (5,6) y la Unión Europea (5,4) puntúan por encima del 5 en cuanto a confianza se refiere. En el lado opuesto se hallan los partidos políticos (3,2), la Iglesia (3,1) y, sobre todo los políticos (2,7), que son las instituciones que generan menos confianza entre la juventud andaluza.

7.   LO QUE PIENSAN LOS JÓVENES.

a.    Un peligroso cambio de paradigma.

Ello se refleja en el discurso de los jóvenes, en el que “reina una sensación generalizada de desconcierto”. El apoyo familiar y la formación permanente son las dos llaves que están permitiendo a las nuevas generaciones afrontar este panorama de inseguridad personal. La adaptación, que parece ser “la clave de estos tiempos” genera una gran ansiedad al obligar a los jóvenes a elegir constantemente entre diversas alternativas que pueden ser clave en su futuro.

En lo que respecta a su visión del futuro, los veinteañeros creen que la generación de sus padres les ha dejado de lado. Además, temen la desaparición del Estado de Bienestar tal y como lo conocemos, lo que provocará que no puedan poseer un hogar en propiedad y que las posibilidades de formar una familia se reduzcan. En última instancia, la necesidad de adaptación constante provoca que muchos de ellos tengan que probar suerte en el extranjero.

b.    La falta de trabajo hace que se prolongue la formación.

Mientras que en 1984 más de la mitad (un 56,2%) de los jóvenes de entre 15 y 30 años se dedicaba exclusivamente a trabajar, este porcentaje ha descendido hasta el 18,5% en 2012. Por el contrario, los estudiantes dedicados en exclusiva a ello aumentan del 18,9% al 44,7%.[47]

c.    La crisis ha provocado una visión fatalista del futuro.

La investigación citada pone de manifiesto la decepción que los jóvenes tienen respecto a su situación personal, que consideran, en un 90%, igual o peor de lo esperado. Además, un 76% de ellos considera que su situación no mejorará. Tan sólo un 19% manifiesta una actitud optimista ante su porvenir.

d.    Ni casa, ni independencia, ni familia.

Cuando se solicita a los jóvenes que califiquen del uno al diez la dificultad que tendrán para alcanzar determinados objetivos, los datos manifiestan una gran desconfianza. Un 59,2% considera que tendrá una gran dificultad para alquilar o comprar una casa, un 52,5% para ser independiente económicamente y un 49,5% para formar una familia.

e.    Se tiene más confianza en lo personal que en lo global.

Quizá por el hecho de que cada persona siente que está en su mano cambiar su propia situación personal, pero poco puede hacer para alterar lo global, la mayor parte de los jóvenes manifiesta que en el futuro su situación será mejor que la del país. Hasta un 22% cree que su situación personal será mejor dentro de un año, mientras que tan sólo un 10,9% considera que la de España mejorará en dicho plazo.

f.     La culpa es de los políticos y los banqueros.

Los jóvenes consideran que la principal responsabilidad de su situación y la del país es del gobierno y los partidos políticos, con un 37,6%. Le siguen los responsables económicos, empresarios y banqueros, con un 26,9%, y la situación económica global y española, con un 20,8%.

g.    La contratación de jóvenes, clave para su futuro.

Cuando se solicita a los consultados que proporcionen medidas que mejorarían su situación, estos señalan en una misma dirección: incentivar la contratación a partir de las políticas públicas y la inversión privada. Un 12,7% cree que sería vital ayudar a los jóvenes emprendedores.

h.    Más de dos tercios valoran retomar su formación.

Ante la incertidumbre, la mayor parte de los jóvenes cree que la formación es la mejor forma de emplear el tiempo y el dinero. Tan sólo un 8,5% considera que los estudios no sirven para nada, y un 61,2% de los que valoran volver a formarse lo harían para mejorar sus posibilidades de contratación.

i.     La crisis ha acabado con los derechos de los ciudadanos, por lo que hay que movilizarse.

Los jóvenes realizan una lectura pesimista de los efectos de la crisis, creen que ha provocado el recorte de derechos (un 38,8%) y la necesidad de una mayor preparación para el futuro (53,2%). Un 28,3%, por el contrario, cree que la crisis ha provocado que la población aprenda y progrese.

Las soluciones que se proponen ante ello pasan por el apoyo de movimientos sociales que persigan cambios profundos en el sistema (46,4%) o alternativas que respeten el sistema actual (29,3%).


8.   LA JUVENTUD, LA MÁS AFECTADA POR LA CRISIS ECONÓMICA.
En tiempos de recesión económica, los contratos de trabajo y el número de desempleados aumentan considerablemente. Pero para los jóvenes, estos períodos son doblemente problemáticos, no sólo son el primer objetivo de recortes en los empleos, sino que además su transición del sistema educativo al mercado de trabajo se convierte en algo casi imposible. Esta es una de las conclusiones más importantes del último Informe Mundial de la Juventud de las Naciones Unidas presentado el 6 de febrero del 2012, que incluía una amplia consulta a jóvenes de todo el mundo.

“Durante la crisis económica, los jóvenes son a menudo el ‘último en entrar’ y el ‘primero en salir’ (el último en ser contratado, y el primero en ser despedido). Este problema tiene consecuencias particularmente graves durante la transición del sistema educativo al mercado laboral, el período en que los jóvenes ingresan al mercado laboral en busca de su primer trabajo”. [48]

En todos los lugares del mundo, las tasas de desempleo juvenil son significativamente más altas que en adultos, aunque con una variación considerable. En el 2010, la tasa de desempleo juvenil global era del 12.6% mientras que la tasa de desempleo en adultos era del 4.8% (Organización Internacional del Trabajo y Naciones Unidas, Departamento de asuntos Económicos y Sociales, División de Población, 2011). Según el mismo informe, la participación de los jóvenes en la población activa se ha ido reduciendo con los años. Entre 1998 y 2008, la tasa de participación cayó del 54.7% al 50.8%. En el 2009, el número total de jóvenes sin empleo en todo el mundo alcanzó el record histórico de 75.8 millones[49].
El informe del Grupo de Alto Nivel del Secretario General de las Naciones Unidas sobre Sostenibilidad Global. “Gente Resiliente en un Planeta Resiliente” dice que la gente joven es la más afectada por la crisis. Actualmente hay 81 millones de jóvenes desempleados además de 152 millones que trabajan pero viven en hogares en los que se gana menos del equivalente a un euro al día[50].

Esta situación produce desesperanza en la gente joven e inestabilidad social. El Grupo de Alto Nivel también recalca el enorme desaprovechamiento de potencial humano que significan estos resultados y propone un cambio hacia una economía verde que podría crear más puestos de trabajo. También hace hincapié en invertir en educación y fomentar el empoderamiento de los jóvenes para permitir que su espíritu empresarial se desarrolle.
En Europa, el desempleo juvenil ha empeorado en el 2011 hasta un nivel sin precedentes de 5,5 millones, con más de 10 millones de personas en paro desde hace más de un año, de acuerdo con la Comisión Europea, Dirección General de Empleo, Asuntos Sociales e Inclusión. En diciembre de 2011, la tasa de desempleo juvenil fue del 22,1% en 27 países de la Unión Europea y el 21,3% en la zona del euro, frente a, respectivamente, 21,0% y 20,6% en diciembre de 2010[51]. (Eurostat, Estadísticas de desempleo).

En España, Irlanda y Grecia, las tasas de desempleo en jóvenes casi se duplicaron, llegando a más del 40% en el caso de España y revirtiendo todas las anteriores tendencias positivas experimentadas en la década del 2000. Con la excepción de Austria, Alemania y Suiza, en el 2011 no se produjo un retorno de las tasas de desempleo juvenil a los niveles previos a la crisis en ninguna de las economías avanzadas. Esto traerá importantes consecuencias a largo plazo, las bajas expectativas que tienen en su carrera los jóvenes que se incorporan al mercado laboral y la disminución de los incentivos para la siguiente generación a la hora de iniciar estudios largos y costosos. (Organización Internacional del Trabajo, Tendencias mundiales del empleo 2013)[52].

La emblemática iniciativa de la Estrategia 2020 de la Comisión Europea, "Juventud en movimiento" está específicamente dirigida a bajar las tasas de desempleo juvenil a través de una serie de políticas como: recomendaciones concretas para los Estados miembros, nuevas iniciativas legislativas, mejores herramientas de información para los jóvenes y una mayor participación del sector empresarial.

Con la tasa de desempleo juvenil alarmante en toda la Unión Europea, la Comisión Europea ha hecho que el empleo de los jóvenes una prioridad. Al mejorar la calidad de la educación, así como la creación de más oportunidades para los jóvenes para estudiar y trabajar en el extranjero a los jóvenes se les dará las habilidades que necesitan para encontrar puestos de trabajo.

En general, el mercado laboral juvenil se caracteriza por tener unas tasas de desempleo superiores a las de los trabajadores de mayor edad, por lo que es de suponer que también el colectivo juvenil se vea más afectado en los períodos de crisis económica. En este estudio, se analiza el mercado laboral de los jóvenes (de 16 a 30 años) en España, en comparación con el del resto de colectivos de mayor edad, entre el período que abarca del año 2005 al año 2010. En este período, podremos comparar el comportamiento del mercado laboral en los últimos años de expansión económica de 2005 a mediados de 2007, con el correspondiente al periodo de la crisis financiero inmobiliario que podríamos considerar que comienza a finales de 2007 y en la que todavía nos hayamos inmersos en 2014.

El colectivo de jóvenes es el que ha sufrido con mayor potencia los efectos negativos de la crisis sobre el empleo; por un lado, por tratarse de empleos más precarios y, por otro, por su concentración en sectores que se han visto más afectados por la crisis actual (como, por ejemplo, el de la construcción).

9.   CONSIDERACIONES.
Durante siglos, en nuestra cultura occidental, se ha vivido la juventud sin desearla; más aún, con cierta prisa por dejarla atrás. El joven quería dejar de serlo y entrar en la vida adulta de un modo pleno. Quería llegar a ser mayor cuanto antes. La juventud se vivía sin estimarla y con prisa para dejarla atrás.

En estas últimas décadas, la crisis, los cambios económicos, tecnológicos, políticos y sociales acaecidos en el nuestro mundo súper-industrializado plantean situaciones nuevas y complejas en la transición de los jóvenes a la vida adulta activa.
Parece como si en una gran parte de la juventud se hubiera producido una especie de “instalación – acomodación en la edad”; entre otras razones, en una pérdida del sentido de proyección hacia el futuro y en lo que algún autor ha denominado “juvenilismo”. El “juvenilismo” consiste en una  especie de “profesionalización de la juventud”.

Existe la creencia errónea, desde mi punto de vista, que ser joven es una profesión para siempre, y no un estadio, una etapa de tránsito en la vida de la persona. Etapa dedicada, casi exclusivamente, a la formación; a prepararse para el futuro y a madurar psicológicamente como persona.

Este juvenilismo tiene una clara intención de juvenizarlo todo. Pero, sin embargo, sigue manteniendo la visión del joven inexperto, irresponsable, incapaz de controlar sus emociones, sin propuestas de futuro. Los mismos jóvenes manejan un discurso de “carencia de oportunidades”, de “carencia de espacios”, de “falta de igualdad” en lugar de plantear una lucha seria por construir su propia oportunidad, su espacio, la igualdad a través de involucrarse en la “res pública” y hacerse igualmente co-responsable con su participación activa. “No nos dan oportunidades”, afirman, mientras no muestran  ningún esfuerzo por  “crearse su propia oportunidad”.

Unido a la razón de la escasez de puestos de trabajo, esta “instalación – acomodación en la edad” en detrimento de una transición progresiva, también se debe a razones económicas. Hasta hace unos años, solemos decir los adultos, los jóvenes no teníamos dinero o teníamos poco. Con independencia de la situación económica de los padres, la condición del joven era no tener dinero o tener poco; evidentemente no había tiendas para jóvenes, ni música, ni espectáculos…. Hoy, presenciamos la existencia de un comercio enormemente poderoso dedicado exclusivamente a los jóvenes, creándoles imperiosas necesidades que deben ser satisfechas de una u otra manera, con el peligro que esto con-lleva.

En nuestra sociedad occidental, la juventud es considerada como una clase autónoma - independiente, y es cultivada como un espléndido mercado. Y no sólo mercado de ropa o de música y espectáculos, sino lo que es más peligroso, de droga, alcohol, sexo y violencia. Ser joven ha devenido en, no sólo, una categoría social, sino en un instrumento legitimador de acciones y reacciones en lo político, en lo económico, en lo social, en lo cultural y en lo educativo.

Otro hecho constatable es la manipulación que los adultos ejercemos sobre los jóvenes cuando, consciente o inconscientemente, les ofrecemos interpretaciones subjetivas de la realidad, de nuestra realidad vivida (paternalismo), no de su realidad aún por descubrir y vivir.  La adhesión indiscriminada de los jóvenes a estas visiones de la realidad (sobreprotectora) sólo favorece su pasotismo y a que se perpetúen esquemas conservadores. Al joven no se le puede ahorrar el trabajo de que descubra el mundo por sí mismo y llegue a interpretarlo y juzgarlo per se. De hecho muchos jóvenes, afortunadamente, se resisten a esta manipulación por parte de los adultos, y dan ejemplo de compromiso con los mejores valores de la persona; sin embargo, otros no tanto.

A pesar de lo negativo que es para el crecimiento personal, nuestra sociedad empuja a los jóvenes a la evasión, a la marginación, al consumo indiscriminado y a la instalación en el juvenilismo, porque la juventud es una fuerza muy poderosa, y sin duda, se le tiene miedo. Parece mejor hacerles creer, a los jóvenes, que su edad no es transitoria, sino permanente (durará siempre) y que todo lo mejor del mundo está encarnado en la figura del joven.

Tamaño engaño está reclamando, por parte de los adultos, una mayor dosis de autenticidad y de valor para decir a las generaciones jóvenes que las dificultades actuales y los límites de sus mayores existen, están ahí para que ellos los descubran, los valoren y se comprometan a cambiar lo que necesita ser cambiado y, por parte de los jóvenes, una actitud de responsabilidad para funcionar como tales y no dimitir de lo más auténtico que tienen: su juventud, su fuerza, su búsqueda de razones para vivir, su alegría envolvente, su capacidad de admirar, sus deseos de hacer un mundo nuevo y mejor.

En este contexto, el Papa Francisco elogia la labor de la UNESCO en materia de educación y las actividades dirigidas a los jóvenes; también subraya la responsabilidad colectiva de los líderes mundiales de escuchar a los jóvenes y construir un mundo mejor para las generaciones futuras, un mundo donde se respeten la dignidad humana y la justicia social y donde se respeten también la libertad de expresión y todas las religiones por igual, en referencia al papel fundamental que tienen los líderes religiosos en el diálogo entre las religiones. Además, dirigiéndose a los jóvenes, manifiesta:

Queridos jóvenes, en la cultura de lo provisional, de lo relativo, muchos predican que lo importante es disfrutar el momento, que no vale la pena comprometerse para toda la vida, hacer opciones definitivas, para siempre, porque no se sabe lo que pasará mañana. Yo, en cambio, les pido que sean revolucionarios, les pido que vayan contracorriente; sí, en esto les pido que se rebelen contra esta cultura de lo provisional’ (…). Yo tengo confianza en ustedes, jóvenes, y pido por ustedes. Atrévanse a ‘ir contracorriente’. Y atrévanse también a ser felices[53]”.

Si hemos de estar atentos y cuidar adecuadamente la creación, para que el aire, el agua, los alimentos no estén contaminados, mucho más tenemos que cuidar la pureza de lo más precioso que tenemos: nuestros corazones y nuestras relaciones. Esta ‘ecología humana’ nos ayudará a respirar el aire puro que proviene de las cosas bellas, del amor verdadero, de la santidad[54]”.

“La educación es una dimensión esencial de la dignidad humana y la lucha contra la exclusión y la pobreza[55]”.

Asimismo, observamos que la juventud está afrontando en estos momentos una dura pero a la vez interesante prueba. Por una parte, estamos ante unos jóvenes que tienen en general una buena preparación académica, que han dispuesto y disponen normalmente, por lo menos hasta ahora, de muchos medios para poder actuar, y, en cambio, por otra parte, vemos que se han quedado en gran medida sin ser capaces de dar una respuesta ante esta crisis económica que los margina. ¿Por qué?, ¿por qué no han sido capaces de organizar una respuesta eficaz ante esto?

 No es un tema sencillo ni fácil, pero si hay asuntos importantes, de calado, que han influido de una forma decisiva. En primer lugar, esta generación de jóvenes puede que sea la mejor preparada, pero mejor preparada a nivel técnico, no tanto ya a nivel social, político o histórico. Y aquí creo que está el mal, los chicos y chicas viven en una especie de burbuja, con su ocio, sus pasatiempos y en una vorágine consumista que alimenta a quienes se han hecho con el control político y económico de la sociedad y de  las instituciones.

En gran medida, la publicidad, los medios de comunicación corporativos, el cine y la misma música, todos ellos principalmente propiedad de estas  grandes corporaciones políticas, han moldeado las mentes de la juventud.

Esto puede que no les guste reconocerlo a muchos, pero no hay más que ver qué opinión y conocimiento tiene muchos de estos jóvenes de los mismos acontecimientos políticos que ocurren hoy en día en el mundo, no hace falta irse al pasado.

10.        A MODO DE CONCLUSIÓN.
Dejar claro que la dificultad de definir juventud consiste en que este concepto se refiere a un “conjunto social muy heterogéneo”, ya sea por una condición de hábitat (rural o urbano), condición socioeconómica, por pertenencia a un subgrupo de edad, nivel educativo, madurez psicológica y por las propias diferencias que se manifiestan entre las mujeres y los hombres.

Son muchos los abordajes que se pueden adoptar para acercarnos al concepto de «juventud» o para encuadrar quiénes son «jóvenes». En ocasiones, la postura que se tome será determinante para aclarar el concepto.

La juventud afronta en estos momentos una dura pero, a la vez, interesante prueba. Por una parte estamos ante unos jóvenes que tienen en general una buena preparación académica, que han dispuesto y disponen normalmente, por lo menos hasta ahora, de muchos medios para poder actuar, y, en cambio, por otra parte, vemos que se han quedado en gran medida sin ser capaces de dar una respuesta ante esta crisis económica que los margina. ¿Por qué?, ¿por qué no han sido capaces de organizar una respuesta eficaz ante esto?

 No es un tema sencillo ni fácil, pero si hay asuntos importantes, de calado, que han influido de una forma decisiva. En primer lugar esta generación de jóvenes puede que sea la mejor preparada, pero mejor preparada a nivel técnico, no tanto ya a nivel social, político o histórico. Y aquí creo que está el mal, los chicos y chicas viven en una especie de burbuja, con su ocio, sus pasatiempos y en una vorágine consumista que alimenta a quienes se han hecho con el control político y económico de la sociedad y de  las instituciones.

En gran medida, la publicidad, los medios de comunicación corporativos, el cine y la misma música, todos ellos principalmente propiedad de estas  grandes corporaciones políticas, han moldeado las mentes de la juventud.

Esto puede que no les guste reconocerlo a muchos, pero no hay más que ver qué opinión y conocimiento tienen muchos de estos jóvenes de los mismos acontecimientos políticos que ocurren hoy en día en el mundo, no hace falta irse al pasado
.
Los jóvenes creen que la educación es la mejor herramienta para mejorar su situación.”

Como la verdadera educación debe procurar la formación integral de la persona humana, en orden a su fin último y, simultáneamente, al bien común de la sociedad, los niños y los jóvenes han de ser educados de manera que puedan desarrollar armónicamente sus dotes físicas, morales e intelectuales, adquieran un sentido más perfecto de la responsabilidad y un uso recto de la libertad, y se preparen a participar activamente en la vida social”. (Código de Derecho Canónico. Título III. Cann. 795).

Deben esforzarse los fieles para que, en la sociedad civil, las leyes que regulan la formación de los jóvenes provean también a su educación religiosa y moral en las mismas escuelas, según la conciencia de sus padres”. (Código de Derecho Canónico. Capítulo I. Cann. 799).

“No sé qué  pasa en la Humanidad,
que se critica a la Juventud.
Dicen que es caprichosa,
que es vanidosa,
que lo quiere todo.
Yo no estoy de acuerdo con esa opinión,
que el Mundo tiene de la Juventud.
La Juventud es un tesoro,
es como linda flor,
que nos regala su aroma
y nos reparte su amor.”

Pedro Merchán Sánchez.






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NOTAS PIÉ DE PÁGINA.

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[3] Cuello Contreras, Joaquín: El nuevo Derecho Penal de Menores. Civitas, Madrid, 2000.

[4] López Jiménez A. (2003). “Cultura e identidades juveniles modernas. Consciencia generacional de los jóvenes españoles”, en J. Benedicto, M.L. Morán (dirs.), Aprender a ser ciudadanos. Madrid: INJUVE (pp.17-38).

[5] López Blasco, A. y René Bendit: Indicadores sociales europeos básicos sobre juventud. Plan de Estudios 2001. MTAS: INJUVE, p. 142


[6] Ibíd., p. 145

[7] Naciones Unidad. La UNESCO: trabajando con y para los jóvenes.

[8] La UNESCO y la JUVENTUD – ESTRATEGIAS. ”Decenio de las Naciones Unidas para la alfabetización: educación para todos. 2003 – 2012”

[9] COMAS, D (coord.) y AGUINAGA, J.  Jóvenes y estilos de vida. Valores y riesgos en los jóvenes urbanos. Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) e Instituto de la Juventud (INJUVE), Madrid, 2003

[10] COMAS, D (coord.), AGUINAGA, J, ORIZO, F.A, ESPINOSA, A, OCHAITA, E. Jóvenes y estilos de vida. Valores y riesgos en los jóvenes urbanos. Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) e Instituto de la Juventud (INJUVE), Madrid, 2003


[11] Baca Lagos, V. La imagen de los jóvenes en los medios de comunicación de masas. MTAS. INJUBE. 1998. P. 153.

[12] Ibíd., p. 49.
[13] Giddens, A: Consecuencias de la modernidad. Una interpretación de las transformaciones Asociadas a la Modernidad. Alianza, Universidad Madrid. 2011.

[14] Álvarez, R., Azofra, MJ., Cuesta, M.: Economía y Juventud. MTAS. INJUBE. 1999. PP. 85-89

[15] Levices Mallo, J. “Modas musicales y condiciones sociales”. Ed. Dirección General de la Juventud, Madrid, 1.987.

[16] Megías Quirós,I., Rodríguez San Julián, E.: La identidad juvenil desde las afinidades musicales. MTAS. INJUBE, 20º1. P. 87.

[17] López Peláez, A. “Trabajadores con bajos salarios”. En José Félix Tezanos. Tendencias en Desigualdad y Exclusión social. Ed. Sistema, Madrid, 1999.

[18] Cisneros, P. Análisis sociológico de la Juventud española actual. Docencia e Investigación: revista de la Escuela de Magisterio de Toledo. 2004.


[19] Comas, D. (2003). Jóvenes y estilos de vida: valores y riesgos en los jóvenes urbanos. Madrid: INJUVE

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[22] Comas, D.(2003). Jóvenes y estilos de vida: valores y riesgos en los jóvenes urbanos. Madrid: INJUVE.

[23] Aguiar, F., B. Gómez, G. Martínez, L.M. Miller y M. Pérez Yruela (2007). “La ciudadanía andaluza hoy”, Actualidad, 18.

[24] Inglehart,R. El cambio cultural en las sociedades industriales avanzadas. 1990: 3.

[25] Martín Serrano, M. y O. Velarde (2001). Informe Juventud en España 2000. Madrid: Instituto de la Juventud.

[26] Datos recogidos del Instituto Andaluz de la Juventud. Consejería de la Presidencia e Igualdad. Junta de Andalucía. 2011.

[27] Ibíd. 2011.

[28] Ibid. 2011.

[29] Ibid. 2011.

[30] Instituto de Estadística de Andalucía (2011). Anuario Estadístico de Andalucía 2011, Junta de Andalucía.

[31] Instituto Andaluz de la Juventud. Consejería de la Presidencia e Igualdad. Junta de Andalucía. 2011.

[32] Tezanos, J. (2010). El horizonte social y político de la juventud española. Madrid: Instituto de la Juventud.

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[34] Ibid.

[35] Cachón, L. (1999). “La juventud española ante los nuevos yacimientos de empleo”, Revista de Estudios de Juventud, 44: 9-17.

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[37] Fernández M. y F. Morente (2002). “La juventud andaluza”, en E. Moyano Estrada y M. Pérez Yruela (coord.), La sociedad andaluza (2000). Córdoba: IESA-CSIC, (pp. 585-612).

[38] Fernández M. y F. Morente (2002). “La juventud andaluza”, en E. Moyano Estrada y M. Pérez Yruela (coord.), La sociedad andaluza (2000). Córdoba: IESA-CSIC, (pp. 585-612).

[39] Requena, M. (2002). “Juventud y dependencia familiar en España”, Revista de Estudios de Juventud, 58:1-13.

[40] Ibíd. p. 58: 1 – 6.

[41] Gaviria, S. (2002). “¿Retener a la juventud o invitarla a abandonar la casa familiar?”, Revista de Estudios de Juventud, 58: 1-6.

[42] Fernández M. y F. Morente (2002). “La juventud andaluza”, en E. Moyano Estrada y M. Pérez Yruela (coord.), La sociedad andaluza (2000). Córdoba: IESA-CSIC, (pp. 585-612).

[43] Instituto Andaluz de la Juventud. Consejería de la Presidencia e Igualdad. Junta de Andalucía. 2011.

[44] Instituto Andaluz de la Juventud. Consejería de la Presidencia e Igualdad. Junta de Andalucía. 2011.

[45] Instituto de la Juventud. Informe sobre la Juventud Española. 2007.
[46]. Instituto Andaluz de la Juventud. Consejería de la Presidencia e Igualdad. Junta de Andalucía.  2011.

[47] Ibíd. 2011.

[48] Kieselbach, T. (2004). “Desempleo juvenil de larga duración y riesgo de exclusión social en Europa. Informe cualitativo del proyecto de investigación YUSEDER”, Revista de Estudios de Juventud, 65: 31-49.

[49] Organización Internacional del Trabajo y Naciones Unidas, Departamento de asuntos Económicos y Sociales, División de Población. Objetivos de Desarrollo del Milenio. Informe de 2011.

[50] UN FUTURO QUE VALE LA PENA ELEGIR.  Informe del Grupo de Alto Nivel del Secretario General de las Naciones Unidas sobre la Sostenibilidad Mundial. Presentado por Julia Carabias mayo 2012.
[51] Tasa de paro según Eurostat en los países de la Unión Europea, EEUU y Japón. Marzo, 2015. 

[52] OIT. Tendencias mundiales del empleo juvenil 2013: Una generación en peligro. Mayo, 2013.

[53] El Papa Francisco a los jóvenes: rebélense contra la tendencia de banalizar el amor. Enero, 2015.

[54] Papa Francisco a los jóvenes: La voluntad de Dios, que seamos felices. Enero, 2015.

[55] El Papa Francisco en la UNESCO. Marzo, 2015

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