LA JUVENTUD ACTUAL
1. JUSTIFICACIÓN.
El
presente trabajo tiene como objetivo romper una lanza a favor de la Juventud y
desacreditar el estereotipo de una juventud “pasiva o indolente” o/y
materialista.
Hace
tiempo que, desde distintos ámbitos sociales y desde algunos medios
de comunicación, se ha tratado a la juventud española y andaluza con desdén al
caer en la tentación del simplismo que supone encasillar a un sector o franja
etaria de la población como NINI´s (jóvenes que Ni estudian Ni trabajan).
Los estudios al respecto, realizados
por la Consejería de la Presidencia e Igualdad. Junta de Andalucía. 2011[1], demuestran y refutan la
errónea definición anterior, ya que su principal característica es su amplia
heterogeneidad. En este aspecto encasillar, cometer el error de intentar trazar
una definición sobre la juventud andaluza basada en la especulación,
indocumentación o la imprudencia, solo puede ser propio de personas que han
perdido contacto con el suelo y que no tienen una idea aproximada de su
estatura, y por ello, tampoco conocen la altura de la juventud andaluza.
2.
INTRODUCCIÓN.
La juventud como colectivo social es una creación
reciente. La sociedad tradicional sólo distinguía al adulto y al niño. La
infancia podía extenderse hasta edades que hoy denominamos juveniles o de la
etapa infantil-juvenil se pasaba directamente a través de la emancipación del trabajo
y la creación de una familia, al colectivo de adultos. El período que va de la
infancia a la madurez, ha existido siempre, pero las más de las veces como
edades de vulnerabilidad. Eran edades de aprendiz o siervo, donde si no se
tenía tierras propias, se era maduro para trabajar, pero no para ser adulto de
pleno derecho. Esta vulnerabilidad era una proyección de la vulnerabilidad de
la infancia ya que ésta sólo existía bajo el amparo de la familia.
La sociedad tradicional no contaba con una
estructura compleja ni con atribuciones de protección social, con excepción de
las instituciones de beneficencia, las más de las veces religiosas o más
tardíamente las obras de los filántropos. Todas las competencias que hoy tiene
la Administración, en otro tiempo venían dadas por la familia y por las
comunidades locales. Sólo cuando la sociedad empieza a demandar la
competitividad de los individuos e irrumpe una nueva ética del trabajo, la
familia extensa deja de ser viable y con ella el amparo de los más débiles.
Cada etapa histórica y cada modelo de sociedad han
elaborado su propio concepto de juventud, aunque existe una misma tendencia
dentro de las naciones occidentales. Hay procesos comunes como ha sido el
proceso de industrialización y la transformación de la familia o los cambios
demográficos. Pero el reconocimiento de esta etapa de juventud, como
“colectividad social a proteger[2]”
ha estado vinculado a los procesos de reconocimiento de la infancia y los
derechos del niño.
Hoy podemos comprobar esta tendencia en nuestro país
en distintos ámbitos de la administración del Estado. Por ejemplo, en la
asistencia sanitaria, la atención pediátrica que hasta la década de los 70
cubría a los menores de 7 años, ha sido ampliada hasta la edad de 14.
Expertos juristas como D. Joaquín Cuello Contreras,
al justificar el nuevo “Derecho penal de menores”, en lo que atañe a la
responsabilidad penal del mayor de catorce y menor de dieciocho años, remite esta atribución de responsabilidad a
la estimación del grado de madurez del menor, reconociendo por un lado que la
madurez está muy condicionada por la evolución social y por otro que la propia
Psicología Evolutiva no puede establecer para todas las personas una misma edad
de maduración psíquica[3]
. Por lo que, al considerarse que la transición a la etapa adulta tiene unos
contornos difusos, en el derecho penal de menores se aconseja una peritación y
no una datación mecánica.
Pero este reconocimiento de la juventud como
colectivo parece, en nuestros días, más una penalización que una ventaja. Sobre
todo en lo tocante a la emancipación ya que ésta depende de la plena autonomía
económica. La situación de inseguridad y precariedad del trabajo para los
jóvenes está alargando ficticiamente la etapa de juventud. Y es que un puesto
de trabajo ha sido el último y definitivo peldaño del período de juventud que
justificaba todo el tiempo de preparación de este ciclo de la vida.
La protección a la infancia, hoy, contrasta con la
desprotección del joven. Mientras el menor está protegido por el Estado, a
través de las etapas de educación obligatoria, no sucede lo mismo con el joven
que abandona los estudios a niveles tempranos. Ni tan siquiera con los que a
mayor edad y con más formación intentan emanciparse. Según nos muestra una
tipología de los trabajadores con bajos salarios, elaborada en 1.999 por
Antonio López[4],
un colectivo importante de estos trabajadores lo constituían los jóvenes.
Hombres y mujeres con formación baja o muy baja que viven con sus familias y
dependen del apoyo y sustento familiar. Y jóvenes (H y M) con formación media o
superior (universitarios) que acceden a trabajos de baja cualificación, baja
remuneración y alta rotación en los contratos.
El trabajo impone sus reglas. La familia de origen
no puede transmitir el status adquirido por los padres. Al tiempo asistimos, en
las sociedades tecnológicas, a una demanda de formación mayor que hace
necesario superar el nivel formativo de los padres para adquirir el mismo
status, si no menor. Es por esto que entre las clases medias y medias-bajas se
ha generalizado la creencia de que la mejor herencia que se puede dejar a los
hijos es la formación.
El resultado es una situación de dependencia que
puede llegar hasta los 30 años (en España en 1.998 el 53% de los jóvenes de 26-29 años vivía con
sus padres[5]). Es por tanto, la familia y no las
instituciones la que asume los costes que origina la etapa de transición a la
edad adulta. Y esto no siempre, como se ha pretendido, con satisfacción plena
de los afectados, ya que el 67,7% de los jóvenes españoles entre 20 y 24 años
preferiría vivir en su propia casa[6].
Por otra parte, resulta poco preciso hablar
de juventud en singular, de la misma forma que sería poco preciso hablar de
“adultos” como un grupo sociológicamente homogéneo. Y esta diversidad de
juventudes es consecuencia de tres procesos de diferenciación interna: la
diferenciación sociológica, la diferenciación en el ciclo vital y la
diferenciación generacional.
El proceso de diferenciación sociológica hace
referencia al hecho de que tras la denominación de “jóvenes” se esconde una
pluralidad de trayectorias vitales, con diferentes orígenes, contextos sociales
y también con diferentes destinos. Por tanto, las pautas de estratificación
social y la diversidad de estilos de vida que se observan en el conjunto de la
sociedad se reproducen también en la sociedad juvenil. La juventud comparte una
misma situación de estar en transición hacia la vida adulta, pero esta
transición está marcada por factores socio-económicos que afectan a las
oportunidades vitales de los individuos a lo largo de toda la vida.
El
proceso de diferenciación en el ciclo vital es producto del alargamiento de la
juventud. Es un fenómeno de sobra conocido que la juventud se ha ido dilatando
en las sociedades desarrolladas. El inicio se produce antes porque la niñez
acaba antes. Y la salida se produce más tarde, ya que las situaciones
típicamente juveniles se prolongan hasta edades más tardías. Tal es así que ni
siquiera existe un acuerdo general (ni social ni académico) sobre los límites
de edad que definen la condición juvenil en estas sociedades. La consecuencia
es que los jóvenes actuales (los que tienen la edad de ser jóvenes) se encuentran
en periodos muy diferentes de su desarrollo vital y en estadios muy diferentes
de sus transiciones a la vida adulta. Se da lugar así a una multiplicidad de
situaciones: unos estudian, otros trabajan, y algunos compaginan ambas
actividades y otros, los más, están en el paro. Unos viven en el núcleo
familiar y otros de forma independiente o semi-independiente. Y esta diversidad
de situaciones parece ir en aumento.
Como
acabamos de mencionar, las fronteras de la juventud se han desdibujado de forma
considerable. No habría lugar en esta introducción para mencionar siquiera los
diferentes conceptos que se han acuñado para hacer referencia a ese proceso de
estiramiento de la juventud. No obstante, en la mayoría de los enfoques subyace
la idea de que esa indefinición va pareja con un cambio en lo que los
antropólogos han venido llamando ritos de paso. En otros tiempos, la entrada en
la juventud o en la vida adulta venía determinada por acontecimientos vitales
determinados como el acceso al mercado de trabajo o el matrimonio y la
formación de una familia propia. Eran esos acontecimientos los que daban acceso
y salida a las diferentes etapas vitales. Sin embargo, estos ritos de paso han
perdido la importancia o el valor informativo que tenían antaño. La prolongación
de los periodos formativos, combinada con las dificultades de inserción en el
mercado de trabajo hace que las trayectorias laborales no sean lineales en los
primeros periodos de la vida activa. De otra parte, pero relacionado con lo
anterior, el retraso en la edad de emancipación y de matrimonio y maternidad,
junto con la aparición de nuevas formas familiares y de convivencia, también
hace difícil definir con claridad los límites de la juventud.
3.
CONCEPTO
– DEFINICIÓN.
Los
jóvenes son, según la definición de las Naciones Unidas, las personas con
edades comprendidas entre los 15 y los 25 años de edad. La UNESCO entiende que
los jóvenes constituyen un grupo heterogéneo en constante evolución y que la
experiencia de “ser joven”, varía mucho según las regiones del planeta e incluso
dentro de un mismo país[7].
La dificultad de definir juventud
consiste en que este concepto se refiere a un “conjunto social muy
heterogéneo”, ya sea por una condición de hábitat (rural o urbano), condición
socioeconómica, por pertenencia a un subgrupo de edad, nivel educativo, madurez
psicológica y por las propias diferencias que se manifiestan entre las mujeres
y los hombres. Son muchos los abordajes que se pueden adoptar para acercarnos
al concepto de «juventud» o para encuadrar quiénes son «jóvenes». En ocasiones,
la postura que se tome será determinante para aclarar el concepto.
De acuerdo a lo establecido por los
organismos de las Naciones Unidas, a la hora de determinar exactamente el lapso
de años en los que acontece la juventud, podríamos decir que ésta ocurre entre
los 15 y los 25 años, siendo por lo tanto una de las etapas más importantes de
la vida al definir intrínsecamente a la persona, sus intereses, sus proyectos y
sus relaciones con el mundo que la rodea. La juventud es el período de vida que
normalmente toma lugar entre la niñez y la adultez.
La juventud no sólo es un proceso
biológico, sino psicológico, social y cultural. En la juventud, la persona se
encuentra sexualmente desarrollada pero no tiene aún la madurez emocional
necesaria para enfrentar los conflictos de la vida adulta. La adultez, por lo
tanto, es un estado al que se llega gracias a la experiencia de vida.
En la actualidad la palabra juventud
se refiere a una etapa de la vida de los individuos más o menos prolongada,
como preparación a la vida adulta, caracterizada, en el caso de la sociedad
española, por la dependencia familiar.
Ni que decir tiene que el período de
transición que va de la niñez a la madurez está marcado por profundas
transformaciones: y es que durante la adolescencia hay veces que uno ni
siquiera es capaz de reconocerse a sí mismo. Es normal, por ello, que sea en
ese período en el que más cambios -y más significativos- se produzcan respecto
a épocas anteriores.
La juventud como colectivo social es
una creación reciente. La sociedad tradicional sólo distinguía al adulto y al
niño. La infancia podía extenderse hasta edades que hoy denominamos juveniles o
de la etapa infantil-juvenil se pasaba directamente a través de la emancipación
del trabajo y la creación de una familia, al colectivo de adultos.
La juventud forma un colectivo
social heterogéneo donde cada subgrupo desea diferenciarse del resto y de los
adultos. Los jóvenes buscan desarrollar un sentido de pertenencia y, por eso,
se agrupan con pares[8].
4.
CARACTERÍSTICAS.
a.
Imagen
de los jóvenes.
La
imagen de los jóvenes oscila entre dos perspectivas contradictorias. Por un
lado la identificación de joven, con la virtud de ser joven. Y por otro, la
prevención ante el joven, por ser incontrolable. La imagen de los jóvenes es siempre la mirada
del adulto, como ya nos mostrara el estudio acerca de la infancia y la
adolescencia de Josune Aguinaga y Domingo Comas[9].
En este trabajo, los entrevistados opinaban que sus hijos no deberían trabajar
hasta los 20 años y los ajenos podrían hacerlo antes de los 16 años. Y los que
no tenían hijos consideraban en mayor medida que los niños de ahora son
demasiado caprichosos, y sobrevaloraban la influencia de la publicidad sobre el
consumo de marcas, por los más jóvenes. En definitiva, el vivir con hijos o no,
condicionaba radicalmente las opiniones de los entrevistados[10].
Pero
la imagen de ese otro “el joven”, está sujeta a múltiples estereotipos. Por
ejemplo, se ha difundido en los medios de comunicación la idea de que, la
mayoría de los jóvenes que no abandonan el hogar paterno es porque no quieren
prescindir de las comodidades y ventajas que esta situación les otorga. Este
grupo de “ventajistas” hoy se estima en sólo un 9%. Y desde 1.984 los que
elegían vivir con sus padres, no ha hecho sino disminuir.
Otras
imágenes creadas por los medios de comunicación son las del joven “bello” o el
joven “conflictivo”. Ambos tienen un denominador común, necesario para la
industria mediática, dan espectáculo.
En
Televisión los rasgos de la imagen del joven más frecuente, son las siguientes:
se prefiere a los jóvenes de género femenino. La mayoría de las mujeres tienen
el cabello claro y entre los hombres predomina el cabello oscuro. Cuando
aparece una ropa deportiva es más probable que la lleve un joven. En la publicidad
se muestra preferentemente la desnudez de los jóvenes. Sin embargo, el uso
libidinoso de las cámaras actúa preferentemente sobre la mujer azafata,
cantante o invitados de la farándula. Los roles que se asignan en este medio
preferentemente a los jóvenes son los sexuales y de género, amistosos, y
relativos al ocio persona[11].
El
joven conflictivo parece ser una creación de los medios, sobre todo la prensa,
debida a la información recabada de la administración y de los sucesos. Esto
es, puesto que mayoritariamente se habla de los casos de orden público que
implican a menores, la imagen de la juventud como colectivo termina estando
representada por estos acontecimientos desafortunados. Aunque estos hechos lo
cometan una minoría. La Prensa privilegia las fuentes de datos institucionales
(51%) y documentales (21%) que tienen como autores a las mismas instituciones;
y la mayoría de las instituciones están relacionadas con el control policial y
judicial del comportamiento juvenil. Como norma, la prensa consulta una sola
fuente de datos (63%)[12].
b.
Identidad
de los jóvenes.
Se
suele considerar a la adolescencia como una etapa difícil en el desarrollo
humano. Aunque la inadaptación del adolescente suele ser un fenómeno parcial y
esporádico. Las más de las veces el cambio en el adolescente es de orden
valorativo, se vuelve crítico con los convencionalismos del adulto y
sobrevalora la amistad. Busca el “ideal” que puede ser una empresa, una
persona, un modo de vida. Y con respecto a la amistad, esta relación es de confianza
mutua, intercambio de ideas y
sentimientos, el amigo del alma. La amistad en la adolescencia es un
sustitutivo de las relaciones paterno-filiales. Esta etapa contradictoria,
suele ser superada y la persona surge enriquecida.
Todas
las posturas de rebeldía y oposición a lo establecido, suelen ir encaminado a
una afirmación de sí. En esta etapa, la identidad se construye con los
materiales que están a nuestro alcance. Es decir, necesitamos saber quiénes
somos. Si en la vida del adulto la profesión te define socialmente, al joven
adolescente le definirá su estilo de vida.
Una etapa juvenil hiper-desarrollada, genera individuos cuyas
identidades necesitan constituirse al margen de los canales tradicionales: el trabajo
y la emancipación. Es aquí donde nuevos agentes de socialización, como son los
medios de comunicación, van a aportar estos materiales de la diferenciación con
el mundo adulto, construyendo no sólo la personalidad individual sino el
creciente muro que separa cada vez más la etapa adulta de la etapa joven. De
esta manera el capricho de los niños deviene en la juventud en consumo
desaforado y hedonismo.
Parte
importante de esta construcción de la identidad del joven es el cuerpo. Ya
hemos visto como los “medios” hacen del cuerpo joven, saludable, y su
exhibición a través de ropas ceñidas, un ideal que identifica físicamente al
joven. El cuerpo se convierte en una expresión de la identidad. La apariencia
física otorga cualidades y estima social. Según Giddens “el cuerpo está muy
influido por nuestras experiencias sociales y por las normas y valores de los
grupos a los que pertenecemos”[13].
Otro
factor de identidad juvenil es la música. Los mayores consumidores son varones
entre 15 y 24 años. Las discotecas también son las que más interés despiertan
entre los adolescentes[14].
La participación de la música y sus distintos géneros en la identificación
juvenil ha tenido estudios pioneros en nuestro país como el realizado por Jesús
Levices[15],
y publicado por la Comunidad de Madrid en 1.986. Este trabajo demuestra las
funciones sociales que ejerce la música como fenómeno de masas en la población
juvenil. Por un lado, la ubicación según gustos musicales, refuerza los
vínculos en los seguidores y consumidores de las distintas opciones, generando
una diferenciación no sólo con respecto al grupo de mayores sino entre grupos
de jóvenes. Por otro lado, el fenómeno musical joven es funcional al sistema
social, puesto que mantiene a los jóvenes desocupados ocupados en la música y
no como consumidores pasivos. Más recientemente se ha retomado esta línea de
investigación, insistiendo esta vez en los efectos que la música de los jóvenes
tiene en la inclusión o exclusión de los individuos según gustos. El papel de
la música a la hora de condicionar la creación de amistades. “Los que muestran
su gusto por los estilos minoritarios, encuentran en el hecho diferencial que
les otorga la condición de minoritarios, uno de los elementos que refuerzan los
procesos de identificación“[16].
Estos jóvenes vanguardistas rechazan insistentemente los estereotipos juveniles
socialmente creados, aunque tienden a reproducir y consolidar esos mismos
estereotipos.
c.
Manipulación
de la juventud.
La
sociedad desarrollada, triunfadora de la enfermedad, alarga la vida y también
desdibuja los límites del paso a la vejez. La creciente longevidad de nuestras
poblaciones y las bajas tasas de natalidad van ubicando cada año a un mayor
número de personas en el furgón de cola. Pero lejos de reivindicar socialmente
la condición de mayores, se proyecta la imagen de la eterna adultez. Los
mayores, ancianos o viejos, han desaparecido porque se han transformado en
pensionistas válidos, independientes o incapacitados. Los primeros proyectan
una imagen de afortunados, se supone que tienen pensiones suficientes, y puesto
que no se deben al mercado de trabajo son libres para disponer de lo que se
supone una ventaja, de todo el tiempo del mundo para divertirse, para el ocio o
lo que algunos llaman disfrutar de la vida.
Los
jóvenes no acaban de ser redefinidos. La imagen de joven contestatario, rebelde
de los años 60, habita en el imaginario colectivo pero dista mucho de ser
viable en el espacio social que hoy se dispone para ellos. El joven de la
protesta es hoy adulto y eso es equivalente a integración, por tanto, tiene
intereses sobre todo en mantenerse en un modelo social que selecciona a los
individuos que define o califica de interesantes, valiosos o competitivos. La
selección social es excluyente porque aunque todos son los llamados pocos serán
los escogidos. Desde este principio y por más que se construya la excelencia,
no todos los seres humanos dan la talla de excelentes, aunque se reconozca que
todos tienen derecho a tener un lugar en el mundo.
Los
jóvenes y los mayores tienen cada vez más en común el ser desocupados, por
tanto, desde los valores utilitaristas de la sociedad productiva se les busca
otro lugar de utilidad, se les fabrica funciones sociales y en un intento por
encontrarles, si no el lugar en la estructura productiva, sí la función social
que justifique el no estar. Es por esto que sobre los excluidos se crean
imágenes, características y categorías comprensivas; cuando a los integrados
sólo les define el “estar integrado”[17],
soy lo que hago, la profesión, la ocupación, lo que trabajo.
La
disponibilidad de tiempo libre es lo que tienen en común los que están fuera
del mercado de trabajo y por tanto son susceptibles de consumir cultura de
masas. En este universo mediático, los protagonistas son los propios
consumidores. Los desconocidos para el sistema productivo, adquieren ahora más
que nunca el protagonismo y la capacidad para hacer del defecto virtud. La
abundancia temática relativa a estos dos grupos jóvenes y ancianos en la
televisión no es fortuita. Los mensajes preferidos son como mantenerse
joven, comer adecuadamente y sexo en la
tercera edad. Para el grupo de jóvenes, como llenar el tiempo. Los contenidos
simbólicos de estos dos grupos de edades tienen su correlato en el ámbito del
consumo. Se crearán por tanto valores compensatorios a estos grupos no
generadores de riqueza. El lugar que ocupan es funcional al sistema productivo,
siempre y cuando entren como consumidores en la demanda de mercancías y en la
distribución de riqueza. La prevención que tradicionalmente se tenía a los jóvenes
no integrados, es sustituida por la creencia en que son un grupo que tiene
valores comunes, ideas, formas de hacer especiales que hay que comprender.
Se
les otorga primero una unidad, basándose en supuestos problemas compartidos,
para pasar después a atribuirles cualidades misteriosas, como se ha hecho con
todos los grupos a los que se define como diferentes. Esto es, tratar de
acrecentar la diferencia, hasta hacerlos extraños e irreconocibles. Por esto
necesitamos una ventana abierta a la intimidad, para ver cómo reaccionan los
jóvenes, qué hacen los jóvenes, qué piensan los jóvenes. Programas como el Gran
Hermano dan tanta satisfacción al protagonismo juvenil, como a la curiosidad
del adulto.
Hoy
la industria del ocio y, en concreto, la industria musical se ha visto
gratamente complacida por el incremento de ventas que ha supuesto “Operación
Triunfo”. Se reconoce que ha salvado la industria del disco español en el
2.002. La música y los jóvenes están asociados desde hace treinta años. Sólo
que hoy la música como alternativa al estancamiento del mercado laboral es
potenciada por las instituciones.
La
manipulación consiste fundamentalmente en aprovechar la frustrada emancipación
de los jóvenes y la sustitución que éstos hacen de su falta de protagonismo
social a través de modas, conductas, valores y gustos, para hacer ver que esta
forma de vida es natural, deseable o envidiable. La imagen del joven es
recreada, encauzada y, por último empaquetada[18].
Todos
los deseos por hacerse significar, van a ser retomados por el marketing y
escenificados en los medios de comunicación para mayor gloria de la economía.
Mientras la jaula de oro, en la que se supone viven los jóvenes (familias de
origen, sin responsabilidad de esposa e hijos, con libertad sexual y viajes)
parece ser cada vez más jaula. La imposibilidad de vislumbrar un futuro como
adulto lleva a numerosos jóvenes a continuar con conductas propias de
adolescentes lo que no auspicia un orden social. El horizonte de la integración
social de los jóvenes se nos antoja conflictivo, la proletarización de los
hijos en casa ya está generando conflictos convivenciales en el ámbito
familiar, pero en el ámbito público quizá sólo se necesita un motivo que dentro
del imaginario del colectivo de jóvenes sea lo suficientemente poderoso.
5.
VALORES
DE LA JUVENTUD.
La adolescencia y, en general, la
juventud es entendida como una época potencialmente conflictiva en el
desarrollo de la personalidad, en la que la construcción de la propia identidad
de los chicos y chicas pasa por un cierto enfrentamiento más o menos directo
con los adultos (Comas, 2003: 17-18)[19]. En esta situación no
sólo influyen los cambios físicos y psicológicos que se experimentan en esta
época de la vida, sino también las características de los contextos en los que
tales sujetos se desarrollan (Bronfenbrenner, 1997[20]; Lerner, 1998[21]).
La creciente necesidad de autonomía
propia del desarrollo cognoscitivo de los jóvenes, se ve limitada por la
estructura cultural, social y económica de la sociedad en la que viven (Comas,
2003: 22[22]).
Por ejemplo, las exigencias académicas y de formación especializada que demande
una sociedad, o la apertura o cierre de su mercado laboral, van a ser claves a
la hora de configurar las vías de desarrollo individual, social o laboral de
los sujetos en el futuro. Pero no sólo eso. También van a ser clave a la hora
de configurar los estilos de vida que les son propios, así como las conductas
de riesgo que se puedan derivar de tales estilos de vida. E incluso, van a ser
cruciales a la hora de determinar quiénes son los individuos que van a ser
considerados “jóvenes” en cada momento.
Por todas estas razones, la juventud es
un concepto construido socialmente. El ser joven implica pertenecer a un tramo
específico de edad (normalmente, entre los 14 y 30 años). Implica también el
estar en una situación objetiva específica caracterizada por la ausencia de
vinculación con el mercado de trabajo o, en su caso, con la primera etapa de
integración laboral, lo que da lugar a unos modos de vida determinados. Pero,
además, el ser joven implica una tercera cuestión, que tiene que ver con el
conjunto de creencias, actitudes y valores que les son propios.
Los valores presentes en una sociedad
están condicionados por factores como la cultura, la ideología, el sistema
institucional a través del que se ponen en práctica los derechos y los deberes,
o las prácticas comúnmente aceptadas en el contexto internacional (Aguiar et
al., 2007: 18[23]).
Estos valores son expresados en forma de actitudes. En las últimas décadas, los
cambios económicos, tecnológicos y sociopolíticos acaecidos han tenido un gran
impacto en la cultura de las sociedades industriales avanzadas, afectando
también a los valores que la sustentan. Las motivaciones que tienen los
individuos para trabajar, sus creencias religiosas, o la importancia que
otorgan a la familia son cuestiones, entre otras, que se han visto afectadas
por tales cambios a lo largo de diferentes generaciones. Es decir, lejos sufrir
una transformación repentina, los valores cambian de forma gradual. Y lo hacen
penetrando principalmente entre los jóvenes y convirtiéndose en valores
predominantes a medida que las nuevas generaciones sustituyen gradualmente a la
población adulta (Inglehart, 1990: 3[24]). Por ello, el análisis
de los valores que comparte la juventud de una determinada sociedad resulta
relevante tanto desde el punto de vista del análisis de la sociedad del
presente como la del futuro.
Para acercarnos al conocimiento de los
valores de los jóvenes se les preguntó por el grado de importancia en la vida
que otorgan a una serie de cuestiones relacionadas con el ámbito laboral, con
el espiritual y con el de las relaciones personales. Con carácter general, la
juventud valora por encima del resto de ítems el hecho de “tener buenas
relaciones familiares” (9,1), seguido de “tener una vida sexual satisfactoria”,
“tener éxito en el trabajo” y “ganar dinero”, con una puntuación de 8,8 en los
tres casos. El hecho de “obtener un buen nivel de formación” (8,7), “vivir como
a cada uno le gusta sin pensar en el que dirán” (8,3), “tener muchos amigos”
(7,9) y “respetar la autoridad” (7,7), son cuestiones también valoradas de
manera notable por la juventud. Por el contrario, el hecho de “interesarse por
temas políticos” (4,7) y “por cuestiones religiosas o espirituales” (3,5) son
los ítems menos valorados por los jóvenes de todo el listado que se les
presenta[25].
Con respecto al hecho de “tener buenas
relaciones familiares”, ítem al que la juventud concede más importancia, se
aprecian diferencias estadísticamente significativas en función de las
variables género, tamaño de hábitat y provincia de residencia. En el primer
caso, las chicas (9,2) valoran esta cuestión en mayor medida que los chicos
(9).
En segundo lugar, se aprecian
diferencias estadísticamente significativas en el hecho de “tener una vida
sexual satisfactoria” en función de las variables género, edad, tamaño de
hábitat y provincia de residencia. Con respecto al género, los chicos (9)
otorgan más importancia a esta cuestión que las chicas (8,6). Asimismo, se
aprecia una relación positiva y lineal entre la edad de los encuestados y la
valoración que hacen de este ítem, de tal manera que son los jóvenes de entre
26 y 30 años (9,1) los que conceden más importancia al hecho de tener una vida
sexual satisfactoria. Por otro lado, existe una relación negativa y lineal
entre el tamaño del hábitat y el peso que conceden a esta cuestión.
En tercer lugar, se observan
diferencias estadísticamente significativas en el hecho de “tener éxito en el
trabajo” en función de las variables género y tamaño de hábitat. En el primer
caso, las chicas (8,8) valoran esta cuestión en mayor medida que los chicos
(8,7)[26].
En cuarto lugar, con respecto al hecho
de “ganar dinero”, se aprecian diferencias estadísticamente significativas en
función de las variables tamaño de hábitat y provincia de residencia.
En quinto lugar, en cuanto al hecho de
“obtener un buen nivel de formación”, existen diferencias estadísticamente
significativas en función del género y de la provincia de residencia. En el
primer caso, las chicas (8,9) conceden una mayor importancia a esta cuestión
que los chicos (8,6).
En sexto lugar, con respecto al hecho
de “vivir como a cada uno le gusta sin pensar en el qué dirán”, se observan
diferencias estadísticamente significativas en función de las variables edad y
provincia de residencia. En el primer caso, los jóvenes de entre 22 y 25 años
(8,4) son los que más importancia conceden a esta cuestión, mientras que son
los más jóvenes de la muestra (8) los que menos peso le confieren[27]
En
séptimo lugar, con respecto al hecho de “tener muchos amigos”, se aprecian
diferencias estadísticamente significativas en función de las variables edad,
tamaño de hábitat y provincia de residencia. En el primer caso, existe una
relación negativa y lineal entre la edad de los encuestados y la importancia
que conceden al grupo de pares, de manera que son los/as más jóvenes de la
muestra (8,5) los que otorgan más peso a esta cuestión.
En
octavo lugar, en cuanto al hecho de “respetar la autoridad”, se aprecian
diferencias significativas en función de las variables género y provincia de
residencia. En el primer caso, las chicas (7,9) valoran esta cuestión en mayor
medida que los chicos (7,5).
En
noveno lugar, con respecto al hecho de “interesarse por temas políticos”, se
aprecian diferencias estadísticamente significativas en función de las
variables edad, tamaño de hábitat y provincia de residencia. En el primer caso,
existe una relación positiva y lineal entre la edad de los encuestados y la
importancia que conceden a esta cuestión. Así, son los jóvenes de entre 26 y 30
años (5,4) los que valoran en mayor medida el interés por la política, mientras
que los de entre 14 y 17 años (3,9) son los que le conceden una menor
importancia.
Por
último, con respecto al ítem menos valorado de todos (la “preocupación por
cuestiones religiosas o espirituales”), se aprecian diferencias
estadísticamente significativas en función del género, la edad y la provincia
de residencia. En el primer caso, las chicas (3,7) valoran esta cuestión en
mayor medida que los chicos (3,4), si bien en ambos casos las puntuaciones son muy
bajas. Por otro lado, los jóvenes de menor edad (de 14 a 17 años) y los de
mayor edad (de 26 a 30 años) son los que más importancia conceden a las
cuestiones religiosas, con una media de 3,7 en ambos casos.
A
la hora de analizar los valores de los jóvenes es preciso entender qué
cualidades consideran que deberían ser promovidas. Para ello se les pidió que
escogieran las cualidades (hasta un total de cinco) que entendían que eran las
más importantes para ser fomentadas y promovidas en los niños y niñas. Según
los datos recogidos los “buenos modales” (86,2%), el “sentido de la
responsabilidad” (83,0%) y la “tolerancia y el respeto” (79,7%) son, por ese
orden, las tres cualidades más citadas por la juventud andaluza. Asimismo, el
“sentido de la economía y el espíritu de ahorro” (32,9%), la “independencia”
(32,8%), la “obediencia” (31,4%), la “determinación y la perseverancia” (31%),
el “trabajo duro” (30,8%) y la “imaginación” (29,1%) son también cualidades
nombradas por casi un tercio de los jóvenes. Por último, la “fe religiosa”
(4,2) y “la abnegación” (0,9) carecen de importancia como cualidades a promover
entre los niños en el hogar. Si bien estos son los porcentajes totales, se
observan diferencias (no significativas estadísticamente) al cruzar cada una de
los ítems por las variables género, edad, tamaño de hábitat y provincia de
residencia[28].
6.
PROBLEMÁTICA
DE LA JUVENTUD.
De todos los problemas citados
espontáneamente por la juventud andaluza, los que aparecen con mayor frecuencia
como primero, segundo o tercer problema son[29]:
1) “el paro y la precariedad laboral” (72,1%).
2) el
“consumo de drogas” (46,4%), a gran distancia del primero.
3) el
“acceso a la vivienda” (20,2%).
Le siguen en importancia:
4) “los
estudios, la falta de motivación y el fracaso escolar” (18,1%).
5) “la
crisis y la carestía de la vida” (17%).
6) “las
malas compañías y el pasotismo” (14,9%).
7) “el
consumo de alcohol” (13,5%).
Citados en porcentajes inferiores al
10%, se encuentran:
8) “la
delincuencia y la violencia” (9,9%).
9) “el
gobierno, los políticos y la corrupción” (7,9%).
10)
“pocos sitios de ocio y de botellón” (5,5%).
11) “el
abuso del sexo y de la juerga” (4,4%).
12) “los
problemas familiares y la incomprensión” (4,1%).
Por último, citados en porcentajes
inferiores al 3% se encuentran:
13) “pocas
becas y salidas laborales” (2,7%).
14) “la
dificultad para independizarse” (2,7%).
15)
“la inmigración” (1,8%).
El resto de cuestiones citadas apenas presentan
una frecuencia del 1%:
16) “Internet”,
“accidentes de tráfico”.
17) “salud
y medio ambiente”,
18)
“guerras y terrorismo”.
19) “falta
de motivación en general”.
La
juventud se entiende como un estadio de transición que media entre la infancia
y la “vida adulta”, que se interpreta como una etapa de integración plena en la
sociedad, con la formación de una unidad familiar propia y la inserción el
ámbito laboral. No obstante, esta transición no está exenta de problemas. Según
los mismos jóvenes ponen de manifiesto, los problemas más importantes a los que
se enfrentan son las dificultades derivadas del mercado de trabajo, así como a
los riesgos asociados al consumo de drogas, unos datos que coinciden con las
preocupaciones juveniles detectadas en estudios anteriores. Pero a diferencia
de estos estudios previos, aparece un tercer problema estructural: las
dificultades que presenta el mercado de la vivienda. Una cuestión que, si bien
es citada también como problema en los barómetros del CIS sobre la población
general, afecta especialmente a la juventud por cuanto que obstaculiza el
desarrollo de su autonomía fuera del núcleo familiar[30].
Al
mismo tiempo, los jóvenes manifiestan un elevado grado de satisfacción con su
vida familiar. Entre las cuestiones a las que atribuyen la mayor importancia en
sus vidas, los jóvenes valoran por encima del resto de ítems el hecho de “tener
buenas relaciones familiares” (9,1 sobre 10), seguido de “tener una vida sexual
satisfactoria”, “tener éxito en el trabajo” y “ganar dinero”, con una
puntuación de 8,8 en los tres casos. El hecho de “obtener un buen nivel de
formación” (8,7), “vivir como a cada uno le gusta sin pensar en el que dirán”
(8,3), “tener muchos amigos” (7,9) y “respetar la autoridad” (7,7), son
cuestiones también valoradas de manera notable por la juventud andaluza. Por el
contrario, el hecho de “interesarse por temas políticos” (4,7) y “por
cuestiones religiosas o espirituales” (3,5) son los ítems menos valorados por
los/as jóvenes[31]
Formación,
empleo y emancipación.
La
juventud decide estudiar principalmente porque comparte la idea de que la
formación está correlacionada con trabajos de mayor calidad y con una mejora en
la empleabilidad (Tezanos, 2010[32]). En concreto, siete de
cada diez jóvenes andaluces son de la opinión de que el título universitario es
importante para conseguir un trabajo. Se trata de una opinión mayoritaria entre
la juventud andaluza, que se sostiene a pesar de una situación de elevado
desempleo juvenil y percepción de devaluación de los títulos universitarios.
Son
los jóvenes mayores de 26 años, esto es, aquellos que tienen un mayor contacto
con el sistema laboral, los que en mayor medida sostienen la idea de que la
educación todavía constituye una herramienta eficaz de promoción social. De ahí
la importancia de evaluar el coste económico que para una familia supone el que
sus hijos emprendan una carrera universitaria. A este respecto ocho de cada
diez jóvenes están de acuerdo o muy de acuerdo en que la educación
universitaria implica un esfuerzo económico.
También
existe consenso entre la juventud andaluza acerca de que el Estado o “más el
Estado que la familia”, debería ser responsable del coste económico de una
carrera universitaria.
Parte
de la intervención estatal en materia de educación se concentra en la concesión
de becas de formación. A este respecto, se pueden distinguir dos grandes
criterios de concesión de becas: uno de corte meritocrático que privilegie la
beca en función de las notas obtenidas, y otro de carácter igualitarista que
tome como criterio de asignación la renta de las familias. Los jóvenes no se
decantan claramente por ninguno de los dos criterios o por una combinación de
ambos, repartiéndose sus preferencias entre todas estas categorías de manera
similar, si bien las fórmulas meritocráticas alcanzan puntuaciones
moderadamente más bajas. Un 39,2% de la juventud andaluza opta por una solución
de integración entre ambas posturas[33].
En
cuanto al rendimiento educativo, conviene destacar que un cuarto de la juventud
abandona sus estudios de acuerdo a los datos de la encuesta. No hay diferencias
estadísticamente significativas por sexo, pero sí se encuentran por edad: conforme
aumenta la edad, aumentan también las posibilidades de detener los estudios.
Cuando
se pregunta a los jóvenes por cuáles fueron sus razones para el abandono de los
estudios la respuesta mayoritaria, que engloba a seis de cada diez casos, es
que “decidieron ponerse a trabajar”. A este respecto, sí se encuentran
diferencias estadísticamente significativas por razón de sexo, siendo los
hombres más partidarios de detener sus estudios por trabajo. Tan solo uno de
cada diez jóvenes abandona sus estudios argumentando que “no le gustaban”, y la
proporción de los que lo hacen porque “no le servían” es prácticamente
inapreciable.
El
empleo es el factor más integrador de los individuos en nuestra sociedad y
llega a vertebrar la identidad individual. En el caso de la juventud cumple
también una función de difuminar las fronteras que separan la etapa juvenil y
la de la madurez, pudiendo entenderse la etapa adulta, como se ha visto, como
una etapa de independencia económica y con el desarrollo de un hogar propio. Un
análisis del empleo en la juventud debe pivotar así sobre la idea de la
independencia económica, y también sobre la precariedad y el subempleo.
Las
estrategias para conseguir empleo de la juventud son mayoritariamente la
realización de estudios con salidas laborables, recurrir a la red de contactos,
y en menor medida la búsqueda de empleo a través de oposiciones. De cualquier
manera, ambas estrategias no son excluyentes, el capital educativo también se
puede combinar con un capital social a la hora de encontrar empleo. Los
municipios donde los jóvenes recurren en mayor medida a la red de contactos
personales son los de mayor tamaño y las capitales de provincia.
El
autoempleo es una opción con escaso predicamento entre los jóvenes, alcanzando
el 5,3% del total. No obstante, los jóvenes no están de acuerdo con que una
buena preparación haga que sea “fácil” encontrar trabajo. Esta opinión es
compartida por siete de cada diez jóvenes, si bien la percepción de la
importancia de la preparación para encontrar trabajo es más positiva entre
los/as más jóvenes y decrece conforme aumenta la edad, quienes precisamente han
acumulado más experiencia y competencias laborales[34]
La
situación de crisis laboral afecta especialmente a los grupos más vulnerables
de la sociedad y a la juventud. La tasa de desempleo de la juventud se mantiene
en el doble que la de los adultos debido a las dificultades de inserción de los
jóvenes en la vida activa. Entre las posibles interpretaciones destacan que
cuando los jóvenes acceden al mercado laboral presentan insuficiencias en su
nivel de formación o una inadecuación entre ésta y los requerimientos del
puesto de trabajo; otro factor puede ser un nivel más bajo de productividad en
estas primeras etapas (Cachón, 2004[35]); la falta de experiencia
laboral, o de una trayectoria consolidada de experiencia laboral también afecta
a la empleabilidad y a la percepción de empleabilidad que señalan los jóvenes,
en especial a los de tramos más inferiores de edad (INJUVE, 2002[36]). Los datos muestran, en
efecto, una mayor proporción de jóvenes trabajando en situación de empleo
temporal que en contratos indefinidos. Y la mayoría de los jóvenes, siete de
cada diez, señala que busca “cualquier trabajo”, esté relacionado o no con su
formación.
¿Cuáles
son según la juventud las características ideales que debería tener un puesto
de trabajo?
El
aspecto que más destacan los jóvenes es la estabilidad en el trabajo, más de la
mitad de la muestra afirma que se trata de un aspecto “muy importante” en un
empleo. Las características a las que los jóvenes otorgan más importancia
además de la estabilidad laboral, son un clima laboral satisfactorio y el hecho
de que el empleo proporcione “satisfacción y realización personal”. El sueldo
resulta ser un factor menos relevante que estos aspectos de carácter inmaterial
y las condiciones objetivas del empleo resultan ser menos importantes que las
percepciones sobre el mismo.
La
emancipación se basa en dos dimensiones, la económica, que implica una
situación de independencia material, y una segunda dimensión, la creación de un
nuevo núcleo familiar dejando la convivencia con la familia de origen. Para
ello, se tienen que dar dos factores, las condiciones materiales de posibilidad
junto con la preferencia personal por la emancipación. La mayoría de los
jóvenes, siete de cada diez, vive con sus padres. Los chicos conviven en el
hogar paterno en mayor proporción que las chicas y conforme aumenta la edad,
las probabilidades de dejar de vivir en el núcleo paterno aumentan, así como
las de formar un núcleo familiar propio con pareja e hijos/as, situación en la
que se encuentra el 35,1% de los/as jóvenes mayores de 26 años.
Cuando
los jóvenes continúan en el hogar paterno porque no perciben disponer de las
condiciones materiales suficientes para la independencia, esta situación no
responde a una decisión personal. A este respecto, se observa en los jóvenes
que el porcentaje de los que desean convivir en el hogar paterno alcanza el
16,7%, más de cincuenta puntos porcentuales por debajo de los jóvenes que
efectivamente viven con sus padres. Los más jóvenes muestran preferencias más
altas por la convivencia en el hogar paterno comparado con el resto de edades,
si bien la diferencia con los datos de convivencia sigue siendo notable. Tan
solo un 5,1% de los jóvenes mayores de 26 años señala como su opción preferida
la convivencia con los padres. A pesar de ello, las relaciones con la familia
son muy buenas, y los jóvenes la valoran con un 8,6 sobre 10.
La
edad media con la que se independizan los jóvenes es de 20,3 años. Las
principales razones para la independencia son los estudios y la formación de un
hogar propio. La independencia económica como razón per se para la
independencia es la tercera opción más elegida por los jóvenes, si bien con
porcentajes más bajos que las dos anteriores. Con la creación de un nuevo
núcleo familiar por parte de los jóvenes, surge la necesidad de elaborar unas
normas de convivencia y de reparto de tareas en el hogar. Y en este sentido, la
gran mayoría de los jóvenes apoya un tipo de convivencia familiar donde los/as
dos miembros de la pareja compartan las tareas de manera igualitaria.
La
emancipación es uno de los aspectos fundamentales en los estudios de juventud,
ya que se considera un factor primordial que diferencia dos fases básicas en el
curso de la vida: la niñez y la edad adulta. Los estudios sociológicos suelen
definir la juventud como un estadio transitorio de realización personal, cuyo
inicio es la dependencia respecto a la familia y cuyo final es la independencia
respecto a aquella (Fernández y Morente, 2002: 585[37]). Desde esta perspectiva,
la juventud se define entonces por la situación de dependencia respecto a la
familia de origen. Dado que el estadio adulto se considera sinónimo de
integración social, la juventud es frecuentemente definida como un proceso de
incorporación a la sociedad. Los aspectos principales que caracterizan esta
incorporación son la disposición de medios económicos, la capacidad para tomar
decisiones y la formación de una familia (Fernández y Morente, 2002[38]).
En
la actualidad, la fase de juventud en las sociedades desarrolladas se ha
extendido en el tiempo. La razón principal es el progresivo retraso de la edad
a la que los jóvenes se independizan del hogar familiar (Requena, 2002[39]).
¿Cuáles
son las principales razones que explican la prolongación de la dependencia?
Estudios
previos han mostrado la influencia que ejercen factores endógenos y exógenos a
la familia en los procesos de emancipación de la juventud. Respecto a los
factores endógenos, la crisis del patriarcalismo tradicional y la
democratización de la familia contribuyen a crear un clima más favorable en las
relaciones paterno-filiales, lo que estimula la permanencia de los jóvenes en
el hogar. Por otro lado, los padres exigen menos obligaciones a sus hijos, y
promueven una mayor libertad y a una mayor independencia económica ligada al
consumo y al ocio, que incrementa la incertidumbre de la juventud ante la
posibilidad de independencia familiar (Fernández y Morente, 2002).
El
crecimiento de los precios constituye uno de los factores exógenos más
relevantes que afectan a la prolongación de la dependencia familiar. El coste
de la vivienda y las actuales condiciones laborales dificultan la creación de
nuevas unidades familiares (Requena, 2002[40]; Gaviria, 2002[41]). Por último, la
expansión del sistema educativo y el aumento de la edad de escolarización
obligatoria han retrasado la incorporación de los jóvenes al mercado laboral
(Fernández y Morente, 2002[42]) y con ello ha aumentado
su dependencia económica respecto a la familia de origen.
Cuando
se habla de emancipación se suele hacer referencia a dos aspectos
fundamentales, si se convive con la propia familia o se dispone de una unidad
familiar propia y a la capacidad de sufragar los gastos personales con medios
económicos propios.
Estilos
de vida y participación cívica.
Los
factores que explican el estado de salud de los jóvenes pueden ser muy
diversos. No obstante, una primera aproximación al estudio de la salud de los
grupos juveniles pasa por el análisis de aquellas prácticas que comúnmente
vienen a ser consideradas como saludables. En general, se puede decir que la
juventud presenta una percepción positiva de su estado de salud. Así lo pone de
manifiesto el 75,3% de los entrevistados, que definen su salud como buena
(60,6%) o muy buena (24,7%). No obstante, la difusión de hábitos saludables
entre la juventud andaluza es limitada. Así por ejemplo, el ejercicio físico no
es una de las prácticas más habituales entre los jóvenes. El 46% de los
entrevistados sólo realizan deporte de forma ocasional, el 27,8% nunca realizan
actividades deportivas y solo el 16,5% de los entrevistados admiten realizar
algún tipo de actividad deportiva con regularidad, varias veces a la semana.
En
el ámbito de la sexualidad, el 84,6% de los jóvenes dice haber tenido
relaciones sexuales completas, mientras que el 3,9% han tenido relaciones
incompletas y un 11,5% no las han tenido. Los datos señalan que un 80,1% de los
entrevistados dicen usar algún tipo de método anticonceptivo o de profilaxis y
son los grupos más jóvenes los que presentan una mayor propensión al uso de
métodos anticonceptivos, sobre todo aquellos con edades comprendidas entre los
18 y los 21 años (85,6%) y los de 14 a 17 (83,3%). Además se observa que la
decisión de usar métodos anticonceptivos suele ser una decisión compartida por
ambas partes de la pareja. Así, el 64,6% de los entrevistados dicen usarlos por
decisión de la pareja, mientras que un 19,2% los usan anticonceptivos por
decisión propia y un 16,2% admiten que son sus respectivas parejas las que han
tomado la iniciativa de usarlos. El método anticonceptivo más usado es el
preservativo (82,9%), seguido a gran distancia de la píldora (13,4%) y el DIU
(2,2%), mientras que solo un 1,5% de los jóvenes hacen uso de otro tipo de
métodos.
En
el caso de que se produzca un embarazo no deseado, más de la mitad de los
jóvenes son partidarios de continuar con el embarazo (55,4%). Al referirse a
las razones que pueden justificar el aborto, los jóvenes señalan los
siguientes: por motivos de salud (2,5%), desequilibrio emocional (5,1%) y
motivos económicos (15,9%)[43].
Los
jóvenes tienen una actitud relativamente prudente o moderada ante el riesgo.
Cuando se les pregunta en qué posición se situarían en una escala del 1 al 10,
donde 1 significa encontrarse muy cómodo asumiendo riesgos y 10 muy incómodo,
se obtiene una media de 5,4. Sin embargo, esto no siempre se corresponde con
comportamientos que eviten el riesgo. En el ámbito de la seguridad vial, el
52,7% de los jóvenes de la muestra son conductores de coche con un predominio
importante de los chicos frente a las chicas.
El
ámbito en el que se perciben conductas potenciales de riesgo más generalizadas
es en el del consumo de alcohol. El 76,1% de los jóvenes han consumido alcohol
alguna vez. Y algo más de la mitad de los entrevistados se comenzaron a
consumir alcohol entre los 16 y los 18 años (50,7%), además de un 43,1% que se
iniciaron con edades de entre los 13 y los 15 años.
Las
razones del consumo de alcohol (y también de otras drogas) que señalan los
propios jóvenes son divertirse, integrarse con amigos, evadirse de los
problemas y tener nuevas experiencias. A ello se suma que el 42,3% de los
jóvenes han consumido (o consumen) tabaco en alguna ocasión. Y por lo general,
los jóvenes comienzan a consumir con edades muy tempranas, comprendidas entre
los 13 y los 15 años (43,6%) o entre los 16 y los 18 (43,5%). No obstante, los
consumos de drogas ilegales son muy minoritarios entre la juventud andaluza,
excepto en el caso del cannabis que es consumido por uno de cada cuatro jóvenes[44].
En
el ámbito del ocio juvenil, se aprecia que, por término medio, la juventud
dedica 34,4 horas a ocio y diversión, lo que da un promedio de 4,9 horas al
día. Comparando estas cifras con las del conjunto de España se puede ver que el
tiempo de ocio de los jóvenes se encuentra bastante por encima del de la
juventud europea, el cual se halla, según datos del INJUVE (2007[45]), en torno a 26,3 horas
semanales. Conviene destacar también en este apartado que el 76,2% de la
juventud andaluza dedica parte de su tiempo diario a la lectura. Y el uso del
ordenador ocupa también una buena parte del ocio (pero también de los estudios
y el trabajo) de la juventud andaluza (un uso aproximado de dos horas y media
al día).
Además
de los estilos de vida individuales también es importante analizar las
posiciones morales de los jóvenes con respecto a la convivencia social. En una
escala de 1 (nunca justificable) a 10 (siempre justificable), destaca que la
violencia de género (1,4), la contaminación (2,7) y el suicidio (3,3) son, por
ese orden, las prácticas menos justificables en términos morales según la
juventud. Por el contrario, la homosexualidad (7,7), la eutanasia (6,4) y el
aborto (5,8) son los comportamientos sobre los que la censura moral es menor,
de forma que son consideradas prácticas justificables en la mayoría de las
ocasiones. La evasión fiscal (3,9), la pena de muerte (4,0) y la prostitución
(4,9), por su parte, se sitúan en posiciones intermedias, aunque más próximas
al rechazo que a la aceptación.
En
el terreno de la participación cívica, los jóvenes muestran un nivel de
actividad que si bien no es alto es comparable al de sus mayores. Las
asociaciones de carácter religioso y las estudiantiles son las que tienen una
mayor presencia de la juventud andaluza después de las de carácter deportivo,
con porcentajes agregados de pertenencia actual y pasada del 19,9% y del 17,3%,
respectivamente. Seguidamente, y a bastante distancia, las asociaciones
culturales o artísticas (15,2%), las musicales (11,5%), las excursionistas
(10,3%) y las de carácter recreativo (10,1%) son, por ese orden, las que
concentran un porcentaje mayor de jóvenes, si bien la pertenencia en estas últimas
es relativamente minoritaria. Lo anterior no es impedimento para que la
juventud andaluza presente un escaso nivel de politización medido en términos
de interés por la política. Así, mientras que sólo un 23,4% de los/as jóvenes
dice interesarse bastante o mucho, el porcentaje agregado que se declara
desinteresado/da supera el 76%. También resulta llamativo que, si bien la
inmensa mayoría de la juventud andaluza suscribe que la democracia es
preferible a cualquier otra forma de gobierno, existe un porcentaje nada
desdeñable de jóvenes indiferentes al respecto que supera el 13%.
Yendo
al terreno específico de las preferencias ideológicas, los jóvenes se
autoubican en el centro-izquierda del eje, con una puntuación media de 4,7 en
una escala del 1 a 10, donde 1 significa extrema izquierda y 10 extrema
derecha. No obstante, se aprecian diferencias estadísticamente significativas
si se tienen en cuenta las variables edad, tamaño de hábitat y provincia de
residencia. En el primer caso, los jóvenes de entre 22 y 25 años son los que
puntúan más a la izquierda (4,5) mientras que quienes están en los intervalos
de menor edad de la muestra (de 14 a 17 años y de 18 a 21 años), se posicionan
más próximos al centro ideológico (4,8 en ambos casos)[46].
A
pesar de que mayoritariamente expresan preferencias políticas propias, la
participación política de la juventud andaluza es relativamente baja con
carácter general. Si bien supera el 36% en el caso de la participación
electoral, el porcentaje de jóvenes que se involucran en actividades no electorales
es más bajo aún. Así, otras formas de participación que incluyen acciones de
boicot o de compra de productos por razones ideológicas, medioambientales, etc.
son mucho más minoritarias, y los jóvenes activistas (aquellos que llegarían
incluso a adoptar formas ilegales de acción política) apenas alcanzan el 5% de
la muestra. Esto se corresponde, en parte, con niveles de confianza
relativamente bajos en las instituciones. En una escala del 1 al 10, únicamente
la policía y fuerzas de seguridad (5,9), las Naciones Unidas (5,7), las ONG’s
(5,6) y la Unión Europea (5,4) puntúan por encima del 5 en cuanto a confianza
se refiere. En el lado opuesto se hallan los partidos políticos (3,2), la
Iglesia (3,1) y, sobre todo los políticos (2,7), que son las instituciones que
generan menos confianza entre la juventud andaluza.
7.
LO
QUE PIENSAN LOS JÓVENES.
a. Un peligroso cambio de paradigma.
Ello se refleja en el discurso de los
jóvenes, en el que “reina una sensación generalizada de desconcierto”. El apoyo
familiar y la formación permanente son las dos llaves que están permitiendo a
las nuevas generaciones afrontar este panorama de inseguridad personal. La
adaptación, que parece ser “la clave de estos tiempos” genera una gran ansiedad
al obligar a los jóvenes a elegir constantemente entre diversas alternativas
que pueden ser clave en su futuro.
En lo que respecta a su visión del
futuro, los veinteañeros creen que la generación de sus padres les ha dejado de
lado. Además, temen la desaparición del Estado de Bienestar tal y como lo
conocemos, lo que provocará que no puedan poseer un hogar en propiedad y que
las posibilidades de formar una familia se reduzcan. En última instancia, la
necesidad de adaptación constante provoca que muchos de ellos tengan que probar
suerte en el extranjero.
b. La
falta de trabajo hace que se prolongue la formación.
Mientras que en 1984 más de la mitad
(un 56,2%) de los jóvenes de entre 15 y 30 años se dedicaba exclusivamente a
trabajar, este porcentaje ha descendido hasta el 18,5% en 2012. Por el
contrario, los estudiantes dedicados en exclusiva a ello aumentan del 18,9% al
44,7%.[47]
c. La
crisis ha provocado una visión fatalista del futuro.
La investigación citada pone de
manifiesto la decepción que los jóvenes tienen respecto a su situación
personal, que consideran, en un 90%, igual o peor de lo esperado. Además, un
76% de ellos considera que su situación no mejorará. Tan sólo un 19% manifiesta
una actitud optimista ante su porvenir.
d. Ni
casa, ni independencia, ni familia.
Cuando se solicita a los jóvenes que
califiquen del uno al diez la dificultad que tendrán para alcanzar determinados
objetivos, los datos manifiestan una gran desconfianza. Un 59,2% considera que
tendrá una gran dificultad para alquilar o comprar una casa, un 52,5% para ser
independiente económicamente y un 49,5% para formar una familia.
e. Se
tiene más confianza en lo personal que en lo global.
Quizá por el hecho de que cada persona
siente que está en su mano cambiar su propia situación personal, pero poco
puede hacer para alterar lo global, la mayor parte de los jóvenes manifiesta
que en el futuro su situación será mejor que la del país. Hasta un 22% cree que
su situación personal será mejor dentro de un año, mientras que tan sólo un
10,9% considera que la de España mejorará en dicho plazo.
f. La
culpa es de los políticos y los banqueros.
Los jóvenes consideran que la principal
responsabilidad de su situación y la del país es del gobierno y los partidos
políticos, con un 37,6%. Le siguen los responsables económicos, empresarios y
banqueros, con un 26,9%, y la situación económica global y española, con un
20,8%.
g. La
contratación de jóvenes, clave para su futuro.
Cuando se solicita a los consultados
que proporcionen medidas que mejorarían su situación, estos señalan en una
misma dirección: incentivar la contratación a partir de las políticas públicas
y la inversión privada. Un 12,7% cree que sería vital ayudar a los jóvenes emprendedores.
h. Más
de dos tercios valoran retomar su formación.
Ante la incertidumbre, la mayor parte
de los jóvenes cree que la formación es la mejor forma de emplear el tiempo y
el dinero. Tan sólo un 8,5% considera que los estudios no sirven para nada, y un
61,2% de los que valoran volver a formarse lo harían para mejorar sus
posibilidades de contratación.
i. La
crisis ha acabado con los derechos de los ciudadanos, por lo que hay que
movilizarse.
Los jóvenes realizan una lectura
pesimista de los efectos de la crisis, creen que ha provocado el recorte de
derechos (un 38,8%) y la necesidad de una mayor preparación para el futuro
(53,2%). Un 28,3%, por el contrario, cree que la crisis ha provocado que la
población aprenda y progrese.
Las soluciones que se proponen ante
ello pasan por el apoyo de movimientos sociales que persigan cambios profundos
en el sistema (46,4%) o alternativas que respeten el sistema actual (29,3%).
8.
LA
JUVENTUD, LA MÁS AFECTADA POR LA CRISIS ECONÓMICA.
En
tiempos de recesión económica, los contratos de trabajo y el número de
desempleados aumentan considerablemente. Pero para los jóvenes, estos períodos
son doblemente problemáticos, no sólo son el primer objetivo de recortes en los
empleos, sino que además su transición del sistema educativo al mercado de
trabajo se convierte en algo casi imposible. Esta es una de las conclusiones
más importantes del último Informe Mundial de la Juventud de las Naciones
Unidas presentado el 6 de febrero del 2012, que incluía una amplia consulta a
jóvenes de todo el mundo.
“Durante
la crisis económica, los jóvenes son a menudo el ‘último en entrar’ y el
‘primero en salir’ (el último en ser contratado, y el primero en ser
despedido). Este problema tiene consecuencias particularmente graves durante la
transición del sistema educativo al mercado laboral, el período en que los
jóvenes ingresan al mercado laboral en busca de su primer trabajo”. [48]
En
todos los lugares del mundo, las tasas de desempleo juvenil son
significativamente más altas que en adultos, aunque con una variación
considerable. En el 2010, la tasa de desempleo juvenil global era del 12.6%
mientras que la tasa de desempleo en adultos era del 4.8% (Organización
Internacional del Trabajo y Naciones Unidas, Departamento de asuntos Económicos
y Sociales, División de Población, 2011). Según el mismo informe, la
participación de los jóvenes en la población activa se ha ido reduciendo con
los años. Entre 1998 y 2008, la tasa de participación cayó del 54.7% al 50.8%.
En el 2009, el número total de jóvenes sin empleo en todo el mundo alcanzó el
record histórico de 75.8 millones[49].
El
informe del Grupo de Alto Nivel del Secretario General de las Naciones Unidas
sobre Sostenibilidad Global. “Gente Resiliente en un Planeta Resiliente” dice
que la gente joven es la más afectada por la crisis. Actualmente hay 81
millones de jóvenes desempleados además de 152 millones que trabajan pero viven
en hogares en los que se gana menos del equivalente a un euro al día[50].
Esta
situación produce desesperanza en la gente joven e inestabilidad social. El
Grupo de Alto Nivel también recalca el enorme desaprovechamiento de potencial
humano que significan estos resultados y propone un cambio hacia una economía
verde que podría crear más puestos de trabajo. También hace hincapié en
invertir en educación y fomentar el empoderamiento de los jóvenes para permitir
que su espíritu empresarial se desarrolle.
En
Europa, el desempleo juvenil ha empeorado en el 2011 hasta un nivel sin
precedentes de 5,5 millones, con más de 10 millones de personas en paro desde
hace más de un año, de acuerdo con la Comisión Europea, Dirección General de
Empleo, Asuntos Sociales e Inclusión. En diciembre de 2011, la tasa de
desempleo juvenil fue del 22,1% en 27 países de la Unión Europea y el 21,3% en
la zona del euro, frente a, respectivamente, 21,0% y 20,6% en diciembre de 2010[51]. (Eurostat, Estadísticas
de desempleo).
En
España, Irlanda y Grecia, las tasas de desempleo en jóvenes casi se duplicaron,
llegando a más del 40% en el caso de España y revirtiendo todas las anteriores
tendencias positivas experimentadas en la década del 2000. Con la excepción de
Austria, Alemania y Suiza, en el 2011 no se produjo un retorno de las tasas de
desempleo juvenil a los niveles previos a la crisis en ninguna de las economías
avanzadas. Esto traerá importantes consecuencias a largo plazo, las bajas
expectativas que tienen en su carrera los jóvenes que se incorporan al mercado
laboral y la disminución de los incentivos para la siguiente generación a la
hora de iniciar estudios largos y costosos. (Organización Internacional del
Trabajo, Tendencias mundiales del empleo 2013)[52].
La
emblemática iniciativa de la Estrategia 2020 de la Comisión Europea,
"Juventud en movimiento" está específicamente dirigida a bajar las
tasas de desempleo juvenil a través de una serie de políticas como:
recomendaciones concretas para los Estados miembros, nuevas iniciativas
legislativas, mejores herramientas de información para los jóvenes y una mayor
participación del sector empresarial.
Con
la tasa de desempleo juvenil alarmante en toda la Unión Europea, la Comisión
Europea ha hecho que el empleo de los jóvenes una prioridad. Al mejorar la
calidad de la educación, así como la creación de más oportunidades para los
jóvenes para estudiar y trabajar en el extranjero a los jóvenes se les dará las
habilidades que necesitan para encontrar puestos de trabajo.
En
general, el mercado laboral juvenil se caracteriza por tener unas tasas de
desempleo superiores a las de los trabajadores de mayor edad, por lo que es de
suponer que también el colectivo juvenil se vea más afectado en los períodos de
crisis económica. En este estudio, se analiza el mercado laboral de los jóvenes
(de 16 a 30 años) en España, en comparación con el del resto de colectivos de
mayor edad, entre el período que abarca del año 2005 al año 2010. En este
período, podremos comparar el comportamiento del mercado laboral en los últimos
años de expansión económica de 2005 a mediados de 2007, con el correspondiente
al periodo de la crisis financiero inmobiliario que podríamos considerar que
comienza a finales de 2007 y en la que todavía nos hayamos inmersos en 2014.
El
colectivo de jóvenes es el que ha sufrido con mayor potencia los efectos
negativos de la crisis sobre el empleo; por un lado, por tratarse de empleos
más precarios y, por otro, por su concentración en sectores que se han visto
más afectados por la crisis actual (como, por ejemplo, el de la construcción).
9.
CONSIDERACIONES.
Durante
siglos, en nuestra cultura occidental, se ha vivido la juventud sin desearla;
más aún, con cierta prisa por dejarla atrás. El joven quería dejar de serlo y
entrar en la vida adulta de un modo pleno. Quería llegar a ser mayor cuanto
antes. La juventud se vivía sin estimarla y con prisa para dejarla atrás.
En
estas últimas décadas, la crisis, los cambios económicos, tecnológicos,
políticos y sociales acaecidos en el nuestro mundo súper-industrializado
plantean situaciones nuevas y complejas en la transición de los jóvenes a la
vida adulta activa.
Parece
como si en una gran parte de la juventud se hubiera producido una especie de
“instalación – acomodación en la edad”; entre otras razones, en una pérdida del
sentido de proyección hacia el futuro y en lo que algún autor ha denominado
“juvenilismo”. El “juvenilismo” consiste en una
especie de “profesionalización de la juventud”.
Existe
la creencia errónea, desde mi punto de vista, que ser joven es una profesión
para siempre, y no un estadio, una etapa de tránsito en la vida de la persona.
Etapa dedicada, casi exclusivamente, a la formación; a prepararse para el
futuro y a madurar psicológicamente como persona.
Este
juvenilismo tiene una clara intención de juvenizarlo todo. Pero, sin embargo,
sigue manteniendo la visión del joven inexperto, irresponsable, incapaz de
controlar sus emociones, sin propuestas de futuro. Los mismos jóvenes manejan
un discurso de “carencia de oportunidades”, de “carencia de espacios”, de
“falta de igualdad” en lugar de plantear una lucha seria por construir su
propia oportunidad, su espacio, la igualdad a través de involucrarse en la “res
pública” y hacerse igualmente co-responsable con su participación activa. “No
nos dan oportunidades”, afirman, mientras no muestran ningún esfuerzo por “crearse su propia oportunidad”.
Unido
a la razón de la escasez de puestos de trabajo, esta “instalación – acomodación
en la edad” en detrimento de una transición progresiva, también se debe a
razones económicas. Hasta hace unos años, solemos decir los adultos, los
jóvenes no teníamos dinero o teníamos poco. Con independencia de la situación
económica de los padres, la condición del joven era no tener dinero o tener
poco; evidentemente no había tiendas para jóvenes, ni música, ni espectáculos….
Hoy, presenciamos la existencia de un comercio enormemente poderoso dedicado
exclusivamente a los jóvenes, creándoles imperiosas necesidades que deben ser
satisfechas de una u otra manera, con el peligro que esto con-lleva.
En
nuestra sociedad occidental, la juventud es considerada como una clase autónoma
- independiente, y es cultivada como un espléndido mercado. Y no sólo mercado
de ropa o de música y espectáculos, sino lo que es más peligroso, de droga,
alcohol, sexo y violencia. Ser joven ha devenido en, no sólo, una categoría
social, sino en un instrumento legitimador de acciones y reacciones en lo
político, en lo económico, en lo social, en lo cultural y en lo educativo.
Otro
hecho constatable es la manipulación que los adultos ejercemos sobre los
jóvenes cuando, consciente o inconscientemente, les ofrecemos interpretaciones
subjetivas de la realidad, de nuestra realidad vivida (paternalismo), no de su
realidad aún por descubrir y vivir. La
adhesión indiscriminada de los jóvenes a estas visiones de la realidad
(sobreprotectora) sólo favorece su pasotismo y a que se perpetúen esquemas
conservadores. Al joven no se le puede ahorrar el trabajo de que descubra el
mundo por sí mismo y llegue a interpretarlo y juzgarlo per se. De hecho muchos
jóvenes, afortunadamente, se resisten a esta manipulación por parte de los
adultos, y dan ejemplo de compromiso con los mejores valores de la persona; sin
embargo, otros no tanto.
A
pesar de lo negativo que es para el crecimiento personal, nuestra sociedad
empuja a los jóvenes a la evasión, a la marginación, al consumo indiscriminado
y a la instalación en el juvenilismo, porque la juventud es una fuerza muy
poderosa, y sin duda, se le tiene miedo. Parece mejor hacerles creer, a los
jóvenes, que su edad no es transitoria, sino permanente (durará siempre) y que
todo lo mejor del mundo está encarnado en la figura del joven.
Tamaño
engaño está reclamando, por parte de los adultos, una mayor dosis de
autenticidad y de valor para decir a las generaciones jóvenes que las
dificultades actuales y los límites de sus mayores existen, están ahí para que
ellos los descubran, los valoren y se comprometan a cambiar lo que necesita ser
cambiado y, por parte de los jóvenes, una actitud de responsabilidad para
funcionar como tales y no dimitir de lo más auténtico que tienen: su juventud,
su fuerza, su búsqueda de razones para vivir, su alegría envolvente, su
capacidad de admirar, sus deseos de hacer un mundo nuevo y mejor.
En
este contexto, el Papa Francisco elogia la labor de la UNESCO en materia de
educación y las actividades dirigidas a los jóvenes; también subraya la
responsabilidad colectiva de los líderes mundiales de escuchar a los jóvenes y
construir un mundo mejor para las generaciones futuras, un mundo donde se
respeten la dignidad humana y la justicia social y donde se respeten también la
libertad de expresión y todas las religiones por igual, en referencia al papel
fundamental que tienen los líderes religiosos en el diálogo entre las
religiones. Además, dirigiéndose a los jóvenes, manifiesta:
“Queridos jóvenes, en la cultura de lo
provisional, de lo relativo, muchos predican que lo importante es disfrutar el
momento, que no vale la pena comprometerse para toda la vida, hacer opciones definitivas, para
siempre, porque no se sabe lo que pasará mañana. Yo, en cambio, les pido que
sean revolucionarios, les pido que vayan contracorriente; sí, en esto les pido
que se rebelen contra esta cultura de lo provisional’ (…). Yo tengo confianza
en ustedes, jóvenes, y pido por ustedes. Atrévanse a ‘ir contracorriente’. Y
atrévanse también a ser felices[53]”.
“Si hemos de estar atentos y cuidar
adecuadamente la creación, para que el aire, el agua, los alimentos no estén
contaminados, mucho más tenemos
que cuidar la pureza de lo más precioso que tenemos: nuestros corazones y
nuestras relaciones. Esta ‘ecología humana’ nos ayudará a respirar el
aire puro que proviene de las cosas bellas, del amor verdadero, de la santidad[54]”.
“La educación es una dimensión esencial
de la dignidad humana y la lucha contra la exclusión y la pobreza[55]”.
Asimismo,
observamos que la juventud está afrontando en estos momentos una dura pero a la
vez interesante prueba. Por una parte, estamos ante unos jóvenes que tienen en
general una buena preparación académica, que han dispuesto y disponen
normalmente, por lo menos hasta ahora, de muchos medios para poder actuar, y,
en cambio, por otra parte, vemos que se han quedado en gran medida sin ser
capaces de dar una respuesta ante esta crisis económica que los margina. ¿Por
qué?, ¿por qué no han sido capaces de organizar una respuesta eficaz ante esto?
No es un tema sencillo ni fácil, pero si hay
asuntos importantes, de calado, que han influido de una forma decisiva. En
primer lugar, esta generación de jóvenes puede que sea la mejor preparada, pero
mejor preparada a nivel técnico, no tanto ya a nivel social, político o
histórico. Y aquí creo que está el mal, los chicos y chicas viven en una
especie de burbuja, con su ocio, sus pasatiempos y en una vorágine consumista
que alimenta a quienes se han hecho con el control político y económico de la
sociedad y de las instituciones.
En
gran medida, la publicidad, los medios de comunicación corporativos, el cine y
la misma música, todos ellos principalmente propiedad de estas grandes corporaciones políticas, han moldeado
las mentes de la juventud.
Esto
puede que no les guste reconocerlo a muchos, pero no hay más que ver qué
opinión y conocimiento tiene muchos de estos jóvenes de los mismos
acontecimientos políticos que ocurren hoy en día en el mundo, no hace falta
irse al pasado.
10.
A
MODO DE CONCLUSIÓN.
Dejar
claro que la dificultad de definir juventud consiste en que este concepto se
refiere a un “conjunto social muy heterogéneo”, ya sea por una condición de
hábitat (rural o urbano), condición socioeconómica, por pertenencia a un
subgrupo de edad, nivel educativo, madurez psicológica y por las propias
diferencias que se manifiestan entre las mujeres y los hombres.
Son
muchos los abordajes que se pueden adoptar para acercarnos al concepto de
«juventud» o para encuadrar quiénes son «jóvenes». En ocasiones, la postura que
se tome será determinante para aclarar el concepto.
La
juventud afronta en estos momentos una dura pero, a la vez, interesante prueba.
Por una parte estamos ante unos jóvenes que tienen en general una buena
preparación académica, que han dispuesto y disponen normalmente, por lo menos
hasta ahora, de muchos medios para poder actuar, y, en cambio, por otra parte,
vemos que se han quedado en gran medida sin ser capaces de dar una respuesta
ante esta crisis económica que los margina. ¿Por qué?, ¿por qué no han sido
capaces de organizar una respuesta eficaz ante esto?
No es un tema sencillo ni fácil, pero si hay
asuntos importantes, de calado, que han influido de una forma decisiva. En
primer lugar esta generación de jóvenes puede que sea la mejor preparada, pero
mejor preparada a nivel técnico, no tanto ya a nivel social, político o
histórico. Y aquí creo que está el mal, los chicos y chicas viven en una
especie de burbuja, con su ocio, sus pasatiempos y en una vorágine consumista
que alimenta a quienes se han hecho con el control político y económico de la
sociedad y de las instituciones.
En
gran medida, la publicidad, los medios de comunicación corporativos, el cine y
la misma música, todos ellos principalmente propiedad de estas grandes corporaciones políticas, han moldeado
las mentes de la juventud.
Esto
puede que no les guste reconocerlo a muchos, pero no hay más que ver qué
opinión y conocimiento tienen muchos de estos jóvenes de los mismos
acontecimientos políticos que ocurren hoy en día en el mundo, no hace falta
irse al pasado
.
“Los jóvenes creen que la educación es la
mejor herramienta para mejorar su situación.”
“Como
la verdadera educación debe procurar la formación integral de la persona
humana, en orden a su fin último y, simultáneamente, al bien común de la
sociedad, los niños y los jóvenes han de ser educados de manera que puedan
desarrollar armónicamente sus dotes físicas, morales e intelectuales, adquieran
un sentido más perfecto de la responsabilidad y un uso recto de la libertad, y
se preparen a participar activamente en la vida social”. (Código de Derecho
Canónico. Título III. Cann. 795).
“Deben
esforzarse los fieles para que, en la sociedad civil, las leyes que regulan la
formación de los jóvenes provean también a su educación religiosa y moral en
las mismas escuelas, según la conciencia de sus padres”. (Código de Derecho
Canónico. Capítulo I. Cann. 799).
“No sé qué
pasa en la Humanidad,
que se critica a la Juventud.
Dicen que es caprichosa,
que es vanidosa,
que lo quiere todo.
Yo no estoy de acuerdo con esa opinión,
que el Mundo tiene de la Juventud.
La Juventud es un tesoro,
es como linda flor,
que nos regala su aroma
y nos reparte su amor.”
Pedro Merchán Sánchez.
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