MI BURRA PLATERA, PROTAGONISTA.
“Platero
es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón,
que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual
dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto y se va al prado y acaricia
tibiamente, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo
llamo dulcemente: ¿Platero?, y viene a mí con un trotecillo alegre, que parece
que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal.” [Juan Ramón Jiménez, Platero
y yo]
El 2014 ha sido el año de Platero
con el burro como protagonista, en
Andalucía, se han celebrado con este motivo, varios eventos; es por esto que
reviví mi infancia y primera adolescencia con múltiples imágenes de aquel
tiempo y en aquellos campos con mi burra “Platera”, las eras, los huertos, la
siega, la trilla, la yunta, el carro, barcinar, ablentar, recoger el grano,…
mis abuelos, padres, hermanos, los amigos, las amigas, el fútbol, el latín,… de esta manera surgió este pequeño homenaje a un animal tan sufrido y
útil como el burro, la burra...
Existen varios tipos de jumentos, nos
centramos en el asno andaluz-cordobés parece ser que es originario de Egipto e
influido por el borrico del Norte de
África, siendo introducido en Andalucía hace más de tres mil años.
Se adaptó sin problemas al clima
caluroso andaluz, se crió en Córdoba y
se expandió hacía toda Andalucía. Fue pieza clave en las explotaciones
cerealistas, olivareras, carboneras, construcción,… al emplearse formando
recuas para el transporte. También ha sido utilizado como padre de la mula,
animal más usado en la tracción.
Hay muchos burros imprescindibles en
nuestra cultura. Desde los de Esopo hasta
el burro de oro de Apuleyo, pasando por el rucio de Sancho Panza; el
asno de Buridan; el Platero de Juan Ramón Jiménez; aquel
Proceso por la sombra de un burro, de Dürrematt; fray Perico y su borrico; el burro de la tía
Vinagre; el borriquito de Peret... En fin, la muy cantada burra navideña
cargada de chocolate. El Opus Dei está muy relacionado con estos animales; San José
Mª Escrivá de Balaguer se llamaba a sí mismo "el burro de Dios". La mascota del Partido Demócrata
estadounidense es un jumento, opositor del elefante republicano. Y la
“Borriquita” del Domingo de Ramos –Sevilla-
que representa el momento de la
entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, subido en un pollino y acompañado de
sus discípulos, San Pedro, San Juan y Santiago ante la aclamación del pueblo
hebreo que está representado por un hombre, una mujer, tres niños y la figura
de Zaqueo subido a una palmera.
Pero lo más sofisticado en la materia
son las burras de Popea, esposa de Nerón. La emperatriz, al igual que la
egipcia Cleopatra, cuando salía de viaje llevaba tras sí un séquito de varios
centenares de burras que eran ordeñadas a diario para que la señora pudiera
bañarse en su leche. El dato no es un cotilleo anónimo. Lo corrobora Plinio el
Viejo en su Historia Natural.
Las burras siempre fueron utilizadas
por la cosmética. Incluso ahora mismo (el jabón de leche de burra es solicitado
por damas exquisitas).
También se ha demostrado que estas
bestias disfrutan con el arte. La Asociación para la Defensa del Borrico
(Adebo), de Rute (Córdoba), organiza periódicamente conciertos de música
clásica para burros en un prado de la localidad con orquesta sinfónica en
directo. Al parecer, los pollinos cambian la posición de las orejas dependiendo
de los sonidos. Pascual Cervera, presidente de Adebo, asegura que los burros
rebuznan en 20 tonos distintos y pueden llegar a escuchar un rebuzno emitido a
casi dos leguas de distancia (una legua, aproximadamente, cinco kilómetros y
medio.)
El borrico es, comparado con el caballo y el mulo,
más individualista que éstos; es decir,
tiene tendencia a actuar de forma independiente, sin someterse a normas,
ofreciendo una resistencia obstinada a las “enseñanzas” que los seres humanos
queremos imponerle; diríamos que le
agrada “ir por libre” a pesar de las
consecuencias negativas que esto pueda suponerle; y es que, el asno, tiene
mucha más inteligencia de lo que las personas podemos imaginar.
Comprobamos que es un magnífico
ingeniero de caminos, lo alejas de su residencia habitual, te desplazas con él
a distancias considerables y encuentra de inmediato el trayecto más corto y
seguro de los posibles con su jinete encima y sin recibir ninguna indicación
para llegar a su lugar de origen; ahora bien, si le apetece comer un bocado de
hierbas o pasto del camino, sin avisar, lo hará y el jinete, previsiblemente,
caerá a lo largo de su cuello y orejas.
Verificamos que es cerrajero
extraordinario capaz de abrir la puerta que permite el acceso o salida de una
finca con su hocico, rápidamente. Es anárquico
per se, experto en quitarse toda atadura que oprima sus ansias de
independencia: desprenderse la jáquima que lo sujeta al pesebre con destreza
inusitada; dilatar su panza cuando la cincha trata de sujetar el aparejo que
lleva encima con el consiguiente riesgo de caída de su jinete y por ende el
consiguiente castigo que recibirá, conductas que siempre repetirá por ser fiel
así mismo.
Constatamos que es libertario, no
quiere ataduras ni sometimiento a horarios; en todo momento lo encuentras en los alrededores de la
cuadra, excepto cuando se aproxima la hora de ser atado al pértigo de la noria para extraer el agua que regará
el hortal, que desaparece y hay que buscarlo en el lugar más recóndito del
cortijo.
Evidenciamos que es humilde, tenaz,
leal, tranquilo, apacible, dispone de una notable energía, gran resistencia,
bien aclimatado al calor y a la escasez de agua; también es terco, obstinado,
precavido,.… en muchas ocasiones, cuando el borrico se pone burro no es por
bellaquería, te avisa de que algo raro pasa, aunque el jinete no sepa
interpretarlo: en la quietud, sus
grandes orejas se estiran y giran hacia uno y otro lugar, tratando de localizar
el origen del sonido o del peligro, por mucho que lo zahieras no se moverá
hasta que constate que el peligro ha pasado o no existe.
No podemos dejar de mencionar que el
burro siempre ha sido una bestia maltratada, incluso por el Diccionario [1.-
asno, borrico, rucio, jumento, pollino, garañón, onagro, rucho, 2.- torpe,
necio, ignorante, inculto, rudo, adoquín, tonto, imbécil, idiota, zote,
zopenco, zoquete.]; todas las acepciones de la palabra burro son peyorativas.
Por último, comentar que cuando el
burro muere, cuando llega su final, como
a todo ser de la creación, es trasladado, mientras los niños entonaban el burro de la tía vinagre, unas veces,
al cementerio de los burros, lugar en el que permanecían víctima de las
alimañas o hasta su putrefacción; otras,
sepultado o abandonado en el emplazamiento más inverosímil que se pueda imaginar.
“El cementerio viejo: Yo quería,
Platero, que tú entraras aquí conmigo; por eso te he metido, entre los burros
del ladrillero, sin que te vea el enterrador. Ya estamos en el silencio… Anda…
Mira: este es el patio de San José. Ese rincón umbrío y verde, con la
verja caída, es el cementerio de los curas… Este patinillo encalado que se
funde, sobre el poniente, en el sol vibrante de las tres, es el patio de los
niños… Anda… El Almirante… Doña Benita… La zanja de los pobres, Platero…
¡Cómo entran y salen los gorriones de los cipreses! ¡Míralos qué alegres! Esa abubilla que ves
ahí, en la salvia, tiene el nido en un nicho… Los niños del enterrador. Mira
con qué gusto se comes su pan con manteca colorada… Platero, mira esas dos
mariposas blancas…”
El patio nuevo… Espera… ¿Oyes? Los cascabeles… Es el coche de las tres,
que va por la carretera a la estación… Esos pinos son los de Molino de viento…
Doña Lutgarda… El capitán… Alfredito Ramos, que traje yo, en su cajita blanca,
de niño, una tarde de primavera, con mi hermano, con Pepe Sáenz y con Antonio
Rivero… ¡Calla…! El tren de Ríotinto que pasa por el puente… Sigue… La pobre
Carmen, la tísica, tan bonita Platero… Mira esa rosa con sol… Aquí está la
niña, aquel nardo que no pudo con sus ojos negros. Y aquí, Platero, está mi
padre… Platero…” [Juan Ramón
Jiménez, Platero y Yo, capítulo, 97]
Pedro Merchán Sánchez.
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