JUVENTUD,
DIVINO TESORO?
“Creo que en la vida se puede trazar una frontera
muy precisa entre juventud y adultez. La juventud cesa con el egotismo, la
adultez comienza con la entrega a los demás.” (Hermann Hesse.)
Durante siglos, en nuestra cultura occidental,
se ha vivido la juventud sin desearla; más aún, con cierta prisa por dejarla
atrás. El joven quería dejar de serlo y entrar en la vida adulta de un modo
pleno. Quería llegar a ser mayor cuanto antes. La juventud se vivía sin
estimarla y con prisa para dejarla atrás.
En estas últimas décadas, los cambios
económicos, tecnológicos y sociales acaecidos en el nuestro mundo super-industrializado
plantean situaciones nuevas y complejas en la transición de los jóvenes a la
vida adulta activa.
Parece como si en una gran parte de la
juventud se hubiera producido una especie de “instalación – acomodación en la
edad”; entre otras razones, en una pérdida del sentido de proyección hacia el
futuro y en lo que algún autor ha denominado “juvenilismo”. El “juvenilismo”
consiste en una especie de
“profesionalización de la juventud”. Existe la creencia errónea, desde mi punto
de vista, que ser joven es una profesión para siempre, y no un estadio, una
etapa de tránsito en la vida de la persona. Etapa dedicada, casi exclusivamente,
a la formación; a prepararse para el futuro y a madurar psicológicamente como
persona.
Este juvenilismo tiene una clara
intención de juvenizarlo todo. Pero, si embargo, sigue manteniendo la visión
del joven inexperto, irresponsable, incapaz de controlar sus emociones, sin
propuestas de futuro. Los mismos jóvenes manejan un discurso de “carencia de
oportunidades”, de “carencia de espacios”, de “falta de igualdad” en lugar de
plantear una lucha seria por construir su propia oportunidad, su espacio, la
igualdad a través de involucrarse en la “res pública” y hacerse igualmente
co-responsable con su participación activa. “No nos dan oportunidades”, afirman,
mientras no muestran ningún esfuerzo
por “crearse su propia oportunidad”. A
menudo, acude a nuestra mente las imágenes que el filósofo griego Sócrates
(470-399 a
Xto.) nos decribe en su célebre frase: “Los jóvenes de hoy en día son unos tiranos.
Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan al respeto a sus
maestros.”
Unido a la razón de la escasez de
puestos de trabajo, esta “instalación – acomodación en la edad” en detrimento
de una transición progresiva, también se debe a razones económicas. Hasta hace
unos años, solemos decir los adultos, los jóvenes no teníamos dinero o teníamos
poco. Con independencia de la situación económica de los padres, la condición
del joven era no tener dinero o tener poco; evidentemente no había tiendas para
jóvenes, ni música, ni espectáculos…. Hoy, presenciamos la existencia de un
comercio enormemente poderoso dedicado exclusivamente a los jóvenes, creándoles
imperiosas necesidades que deben ser satisfechas de una u otra manera, con el
peligro que esto con-lleva.
En nuestra sociedad occidental, la
juventud es considerada como una clase autónoma - independiente, y es cultivada
como un espléndido mercado. Y no sólo mercado de ropa o de música y
espectáculos, sino lo que es más peligroso, de droga, sexo y violencia. Ser
joven ha devenido en, no sólo, una categoría social, sino en un instrumento
legitimador de acciones y reacciones en lo político, en lo económico, en lo
social, en lo cultural y en lo educativo.
Otro hecho constatable es la manipulación
que los adultos ejercemos sobre los jóvenes cuando, consciente o inconscientemente,
les ofrecemos interpretaciones subjetivas de la realidad, de nuestra realidad
vivida (paternalismo), no de su realidad aún por descubrir y vivir. La adhesión indiscriminada de los jóvenes a
estas visiones de la realidad (sobreprotectora) sólo favorecen su pasotismo y a
que se perpetúen esquemas conservadores. Al joven no se le puede ahorrar el
trabajo de que descubra el mundo por sí mismo y llegue a interpretarlo y juzgarlo
per se. De hecho muchos jóvenes, afortunadamente, se resisten a esta
manipulación por parte de los adultos, y dan ejemplo de compromiso con los
mejores valores de la persona.
A pesar de lo negativo que es para el
crecimiento personal, nuestra sociedad empuja a los jóvenes a la evasión, a la
marginación, al consumo indiscriminado y a la instalación en el juvenilismo,
porque la juventud es una fuerza muy poderosa, y sin duda, se le tiene miedo.
Parece mejor hacerles creer, a los jóvenes, que su edad no es transitoria, sino
permanente (durará siempre) y que todo lo mejor del mundo está encarnado en la
figura del joven.
Tamaño engaño está reclamando, por
parte de los adultos, una mayor dosis de autenticidad y de valor para decir a
las generaciones jóvenes que las dificultades actuales y los límites de sus
mayores existen, están ahí para que ellos los descubran, los valoren y se
comprometan a cambiar lo que necesita ser cambiado y, por parte de los jóvenes,
una actitud de responsabilidad para funcionar como tales y no dimitir de lo más
auténtico que tienen: su juventud, su fuerza, su búsqueda de razones para vivir,
su alegría envolvente, su capacidad de admirar, sus deseos de hacer un mundo
nuevo y mejor.
“Adquirir
desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca importancia: tiene una
importancia absoluta” (Aristóteles)
Sevilla a 29
de Junio de 2007
Fdo.: Pedro
Merchán Sánchez
Dpto.
Orientación IES San Pablo. Sevilla.
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